Miami el edén de los sabores

La arena blanca y caliente de South Beach a las 2:00 de la tarde, en la última semana de febrero, amortiguó las caminatas a veces aceleradas y a veces lentas de los sibaritas. El océano turquesa les sirvió de escenario de fondo acompañado por el revoloteo de las gaviotas que buscan algún tentempié en los puestos del Grand Tasting Village, donde se celebró el Wine y Food Festival. Este es uno de los eventos gastronómicos más esperados del año no sólo por los miamenses, sino por los turistas amantes del buen comer. Desde el paseo peatonal de Rodeo Drive en Miami Beach se divisaba un sinfín de carpas blancas emplazadas en línea recta y costaba descifrar dónde terminaban. En unos pocos kioscos Âantes de llegar a la entrada había afán por vender algún souvenir del evento. Una que otra persona se detuvo a curiosear y el resto avanzó apresuradamente para recibir los aparejos que utilizarían en el recorrido: una copa para degustar vino Âpatrocinada por la reconocida tienda Ikea y un bolso repleto de galletas, muestras de productos, lentes de sol, libreta, bolígrafo y un par de cosas más que no se alcanzaban a ver por la euforia de comenzar el recorrido. Entre platillos y accesorios. Un brazalete amarillo sirvió de pase de entrada a las carpas que se extiendieron de lado y lado para formar un pasillo que condujo al placer culinario. Benvenuti fue la frase que invitó a los degustadores a entrar al puesto de la marca de pasta Barilla. La espera transcurrió en una fila delimitada con cintas similares a la de los aeropuertos, pero los postes que las sostenían eran cilindros llenos de varios tipos de pasta, rigatoni, rotini y fusilla entre otras. Sólo por ello el lugar se hace digno de una foto. Las frases en italiano de los chefs y el olor a la pasta transportaban por instantes a alguna trattoria en Italia. El crostini de pecorino, el pinzimonio Âpalitos de zanahoria y pimientos remojados en aceite de oliva con sal y pimienta no se quedaron atrás. Los comensales, a medida que recibían su porción, se acomodaban en unos mesones amplios para degustar los platos y saborear un Chardonnay. A pocos pasos estaba el sitio de Chiplote. El aroma del taco mexicano no pasó inadvertido ni siquiera con la brisa marina de la tarde. De pollo, de tofu o mixto eran las opciones y el queso en finas tiritas decoró la tortilla gourmet que apenas podía cerrarse por el contenido resuelto de sus ingredientes. Las minihamburguesas de carne y las costillas tipo americanas no...

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