Esos mínimos gestos que lo cambian todo

Saber convertir la luz solar en energía es uno de los logros más recientes de la humanidad. La carrera comenzó en 1839 con los trabajos del físico francés Alexandre-Edmond Becquerel, pero lograr energía desde sistemas fotovoltaicos no pasó de ser una curiosidad experimental por varias décadas, hasta que, en los años cincuenta, la necesidad de fuentes de energía duraderas no basadas en la quema de combustible para hacer funcionar el equipo de los satélites hizo que despegara esta tecnología. La investigación avanzó hasta llegar a las planchas de células fotovoltaicas de silicio, comunes hoy en día. Producir estas células es un proceso tecnológico avanzado y costoso. Es por ello que la energía solar sigue siendo subestimada a la hora de competir con las tres tradicionales y masivas: quema de petróleo, energía nuclear y, en menor medida, hidráulica. Nuestra creciente necesidad energética ha sido el argumento esgrimido para no usar aquellas que resultan costosas. En el camino nos olvidamos de que el costo mayor podría ser nuestra extinción como especie. Olvidamos que crecemos al ritmo de la energía disponible y no al revés. Olvidamos que todo se resume hoy en día a ganancia monetaria. Olvidamos que desde la comodidad de nuestros conos urbanos comenzamos a creer que todo el mundo es igual a nuestra realidad, y nos hacemos la vista gorda ante los 1,4 millardos de personas 20% de la humanidad que viven en sitios donde es sencillamente imposible conectarse a la red eléctrica convencional http://www.iea.org/weo/docs/weo2011/es_spanish.pdf; personas para las que una sola plancha de células fotovoltaicas implica un cambio de vida. Desde las ciudades tendemos a relativizar las cosas a nuestro favor. No es lo mismo decir desde la comodidad de una estufa que la temperatura en la noche bajará, a entender que hay gente sin frazada. En esos momentos no hay frazada costosa, sino gente con frío. Igual pasa con la energía. Nos gusta decir en medio de nuestra avidez voraz que las alternativas ayudan, pero no resuelven por costosas y porque no están en capacidad de suplir de nuestras necesidades. Se nos olvida que para muchos nuestros mínimos gestos no sólo ayudan, sino lo cambian todo. Recientemente el panadero Juan Carlos Bruzual notó, en el estado Bolívar, que una familia se levantaba a la 1:00 am a hacer masa, para que levara y se pudiera hornear en la mañana, y así vender pan. Les enseñó que cambiando la proporción de...

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