Muñeco de ventrílocuo

Mientras los caraqueños desafiaban diluvios, capeaban tormentas y recorrían la ciudad para conseguir la comida, Nicolás Maduro oficiaba como maestro de ceremonias del circo que tiene montado desde que el comandante supremo eterno y galáctico estiró la pata. Con más autobuses que gente, el acto conmemorativo del final de la campaña electoral fue ocasión propicia para que el heredero, en lenguaje irrisorio, continuara con su empecinamiento de hacerse de poderes especiales a fin de legislar a voluntad para, sin explicar cómo, ¡impulsar un cambio económico y ético! Tres días después, con la presencia previsible, exigua e intimidadora de hinchas y fanáticos encarnados en los alrededores del capitolio, Nicolás formalizó su pedido de una ley habilitante para entrenarse, durante nada menos que un año, en al arte de dictar leyes sin que medien deliberaciones, ante una asamblea al parecer blindada, gracias a la fiscal Ortega, con el dipu tado 99 y, por tanto, dispuesta a complacer peticiones sin ninguna demora; fue, como era de esperarse, una sesión aspaventosa donde campeó la cuartelaria ordinariez del teniente Cabello quien hizo uso o abuso del recinto parlamentario para proferir insultos, descalificaciones y amenazas que no pudieron esconder las costuras de la demanda del que figura como presidente en ejercicio.Lo acontecido y lo que es tá por acontecer para dar luz verde al antojo madurista, matizado por las exigencias formuladas por la oposición con persistente vehemencia para que el peticionario presente pruebas de su venezolanidad, y los eventos previos a su requerimiento y discusión si es que la hay han logrado, y tal vez eso era lo buscado, restarle importancia al alarmante proceso de militarización de la administración pública; un proceso que no debe pasar por debajo de la mesa, pues coloca en manos castrenses la gerencia del Poder Ejecutivo al cual parece estar sujeto el resto de poderes y afecta gravemente a la burocracia oficial, tanto en lo que respecta a sus esquemas organizativos, como por lo que atañe a la contaminación de su lenguaje: ya no se habla de comunicaciones, personal, trá mites o directores, sino de partes, batallones, escaramuzas y estados mayores.El Nacional dio cuenta el pasado sábado de cómo, en adelante, ha de ser gobernado el país, y explica que se trata de aplicar la clásica estrategia militar que utilizaron Napoleón Bonaparte en 1796, el Libertador Simón Bolívar en 1817 y el ex...

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