Neolengua: El ocultamiento de la verdad

Cuando en Venezuela se denuncia la perversión de la lengua, algunas personas piensan que el asunto alude al uso de insultos y groserías por parte de voceros del Gobierno y de dirigentes de la oposición. De esta manera reducen el problema a la descalificación y hasta deshumanización, según la intensidad del insulto. Quizá por ello hemos escuchado a periodistas, comunicadores y locutores independientes afirmar que el problema de la polarización del país y el uso de un lenguaje impropio en el ámbito público es responsabilidad común de ambos bandos, y que, por tanto, de lado y lado deben poner de su parte para lograr la concordia y la reconciliación entre los venezolanos.Tal punto de vista se encuentra lejos de comprender la gravedad del asunto.En primer lugar porque no se pueden equiparar las acciones contrarias a los derechos humanos que llevan a cabo los gobernantes violar y desconocer la dignidad e integridad moral de las personas mediante insultos lo es, con las acciones, cuestionables desde un punto de vista político o moral que lleven a cabo particulares políticos, estudiantes, trabajadores, etc., carentes de potestades públicas. Menos en un país donde casi todos los medios estatales y privados están obligados a difundir la ideología y propaganda oficialistas, así como su jerga que criminaliza a la disidencia. Es decir, no cabe equiparar el insulto de quien tiene el poder absoluto, al insulto del que carece de todo poder, quien es víctima y, por principios, se niega a usar la misma jerga pendenciera desde luego, quien pretenda diferenciarse de su victimario debe empezar por usar una lengua distinta a la del tirano que lo oprime.Pero en segundo lugar, y he aquí lo más importante, el pro blema más grave de la perversión de la lengua en Venezuela tiene que ver con la manipulación de las palabras controles, expropiación, regulación, especulación, acaparamiento, desestabilización, etc., el uso de eufemismos dignificados, líderes negativos, justicia social, suprema...

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