Pálpitos de agosto

Hoy es el penúltimo día de un mes que los romanos consagraron al emperador Octavio Augusto y, curiosamente, para el calendario gregoriano sigue siendo octavo y llamándose agosto en el que se producen un par de noticias, rutinarias acaso en otras circunstancias, y se registran, entre aconteceres reales e imaginarios, dos episodios memorables que, a juicio nuestro y en vista de que el tiempo apremia, la información escasea y la inspiración es nula, pueden alimentar esta fruslería dominguera. Comencemos con las efemérides.Hace 93 años, el 30 de agosto de 1923, el dólar llegó a costar 10 millones de marcos alemanes, cifra récord que, de continuar deslizándonos por el despeñadero de una economía en desintegración, podría Venezuela tener el dudoso honor de romper, pues ya para fi nes de años se vaticina que el verde objeto del deseo llegará a costar millón y medio de los bolívares que Chávez ponderó débiles y quiso robustecer creyendo que revalorizar el signo monetario era cuestión de soplar y hacer botellas. La debacle del marco era un síntoma de la grave enfermedad que padecía la República de Weimar y abonó el terreno para que fl oreciera el nacionalsocialismo; 52 años más tarde, también un día como hoy, y mientras los peruanos festejaban a su santa patrona, Rosa de Lima, el general Francisco Morales Bermúdez se autoproclamó presidente de Perú para poner término a la primera fase del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, versión beta del cha vismo, que encabezaba Juan Velazco Alvarado, otro general que, como su ex ministro de guerra y de fi nanzas, procedía de esa academia de la conjura que fue el Centro de Altos Estudios Militares CAEM. Abordemos, ahora, las noticias.El pasado 9 de agosto se ce lebró en Nueva York, con la participación de millares de quisqueyanos, el Dominican Day Parade , un desfi le en que el alcalde de la ciudad, Bill de Blasio, no las tuvo todas consigo. Crítico del Plan Nacional de Regularización de Extranjeros que adelanta el gobierno de República Dominicana, el burgomaestre neoyorquino fue blanco de pitas y epítetos lanzados en su contra. Político sin miedo al ridículo, plantó al mal tiempo buena cara, como hacía en sus tiempos de gloria Carlos Andrés Pérez cuando, en el Nuevo Circo de Caracas, se desataban estruendosas silbadas repudiando su presencia. Ni entonces, en el coso taurino, ni ahora en Manhattan, hubo detenidos por manifestar rechazo a la presencia de altas autoridades en un acto público.Días...

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