El otro yo de Rafael Casanova

Rafael Casanova disecaba ranitas cuando era niño. En su laboratorio infantil había alcohol, algodón y, seguramente, alguna navajita para hacer los cortes de los batracios. ¿Qué cabía esperar de este científico precoz? Que estudiara Biología o Medicina. Y así ocurrió: hoy es un cirujano plástico de renombre. Se graduó de médico en la Universidad Central de Venezuela en 1977 e hizo estudios de especialización en Brasil y Estados Unidos. Es experto en reconstruir rostros y cuellos. Pero otra cosa que despertaba su interés desde que estaba pequeño Âes un gran curioso; de pronto puede ser un Darwin, enamorado de los animales; de pronto un Ícaro, enamorado de los cielos: hizo un curso de pilotaje de avión era la música. Uno de los recuerdos que más lo emocionan es el de verse parado frente a su abuelo materno, Luis Alberto Duarte, mientras el viejo toca el violín. Tendría como cinco años. Y miraba hipnotizado al violinista que lo inició en el reino de la melodía. Rafael Casanova carga ahora el bisturí en una mano y el cuatro en la otra. Nacido el 24 de octubre de 1952, es considerado como uno de los grandes solistas de Venezuela. De hecho, su nombre figura al lado del de astros como Leoncio Narvarte, Jacinto Pérez, Fredy Reyna, Hernán Gamboa, Cheo Hurtado, Pablo Canela, entre otros, en el libro que sobre la historia del cuatro escribió Henry Leal. La música es mi otro yo; es mi válvula de escape, dice, mientras acaricia una guitarra barroca que tiene 300 años Âla única que hay en Venezuela y que compró en una tienda en Bruselas. Probablemente este instrumento, hecho en Francia, escapó de los saqueos y quemas que se produjeron durante la Revolución Francesa, señala Casanova, que es un apasionado coleccionista de instrumentos antiguos, un investigador nato y un pedagogo a toda prueba. El cirujano tiene en su poder, también, el que quizás sea el cuatro más antiguo de Venezuela: data de 1860. ¿Cómo llegó a sus manos? En una oportunidad fue a vi sitar al artesano Mateo Goyo, en el pueblo de San José, estado Lara, y le preguntó si no tendría por allí un cuatro de esos viejos. Goyo le mostró uno que le había llevado un señor de 80 años para que lo restaurara. El instrumento había pertenecido a su bisabuelo. Pero el cliente más nunca regresó. Y Goyo, que seguramente era consciente del celo con el que Casanova cuidaba los instrumentos, y del trabajo que hacía como folklorista su colección ha sido exhibida en la Casa de Estudio de la Historia de...

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