Sócrates: la derrota, la victoria

El hombre a punto de ingerir el veneno que le han triturado en una copa es un hombre enfrentado a su final. Pero Sócrates no es exactamente un hombre desesperado. Aun cuando sabe que tras ingerir el veneno la muerte le sobrevendrá en pocos minutos, algo en él se mantiene invicto. No se entrega a la desesperación. Persiste ante lo inminente como si morir tuviese un sentido distinto al que experimentan quienes le rodean. Quien haya leído el Fedón el diálogo de Platón que narra el último día en la vida de Sócrates, sabe a lo que me refiero: Sócrates dista del hombre común, aun cuando sus pensamientos están siempre a punto de pisar lo terreno. Lo que hechiza del Fedón es la sensación de pre sente, el pulso de una mente que parece impermeable al cansancio, la lucidez que mantiene el pensamiento en las horas y minutos previos a su muerte. Mientras quienes le acompañan en la prisión son presas de una irremediable tristeza, Sócrates interroga y contesta, especula con magnífica destreza sobre asuntos como la reminiscencia, el origen de los contrarios, el alma o los estrechos vínculos que hay entre aprender y recordar. No se entrega. En el límite de su vida hace patente el genio de su método que consiste en preguntar y contestar. Incluso allí, en la última milla, el método socrático deslumbra, tal como lo describió Schopenhauer 1: Sócrates hacía que sus interlocutores admitieran uno a uno sus argumentos, antes de que se percataran de las consecuencias de tales razonamientos. En el penúltimo instante, Sócrates habla a sus amigos de su muerte inminente: A mí me llama ya ahora el destino, diría un héroe de la tragedia, y casi es la hora de encaminarme al baño, pues me parece mejor beber el veneno una vez lavado y no causar a las mujeres la molestia de lavar un cadáver. A punto de ingerir la cicuta Conium ma culatum intenta persuadir a sus amigos de que aquello no es exactamente una desgracia. Es en ese momento cuando Critón se ofrece para cumplir con los encargos que Sócrates desee hacerle. Estamos ante en las singu lares líneas con que cierra el Fedón. Sócrates contiene la respiración e ingiere el veneno sin dificultad. Los testigos rompen a llorar. Sócrates les dice: ¿Qué es lo que hacéis, hombres extraños? Si mandé afuera a las mujeres fue por esto especialmente, para que no importunasen de ese modo, pues tengo oído que se debe morir entre palabras de buen augurio. Ea, pues, estad tranquilos y mostraos fuertes. Unos minutos después, acostado boca...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR