El triunfo de la agonía

Corría el año 1979 y mi abuela materna tenía un placer morboso: todos los domingos, a las 10:00 de la noche, sintonizaba el canal 5 la vieja Televisora Nacional para ver un enlatado médico gringo llamado Agonía y Triunfo. Durante una hora, Agonía y Triunfo exhibía los casos más extremos de la realidad médica del norte: la enferma de cáncer sometida a una quimioterapia estéril, el ciclista arrollado por un camión y reconstruido gracias a una reingeniería de quirófano o la paciente atacada por una insuficiencia cerebral que apenas le permitía percibir la realidad como fotografías separadas y en blanco y negro.Ciencia y tecnología eran pro tagonistas de esas historias que funcionaban como un tratado de la fe. Los médicos mostraban una desenvoltura blanca y precisa que hacía pensar en el carisma de la esperanza. Cuando ese mismo año sufrí un accidente del que no quiero acordarme, mi traumatólogo de emergencia, el doctor Miguel Pernía, se conducía por los pasillos de la Clínica Santa Sofía con una actitud de empatía profesional y zapatos blancos y mudos que parecía calcada de la serie. Bata impecable, asertividad de carnicero recio acostumbrado a las fracturas abiertas y una admonición pronunciada con voz de consuelo: «Es lamentable».Se refería al estado del hueso ra dio de mi brazo izquierdo, lo mismo que pienso yo cada vez que voy al gimnasio y me distraigo del esfuerzo mirando CNN.Después del anuncio publicita rio de una cadena de restaurantes que sirve langostas bañadas en mantequilla, viene otro de un medicamento antidepresivo, de una pastilla contra el reumatismo o de un catalizador de la presión sanguínea que resuelve por día y medio la hora menguada de la disfunción eréctil. Los figurantes que animan esos anuncios son parejas maduras que se prometen ternura con los ojos, nadadoras de 60 años que avanzan en el mar con la determinación de quien quiere bracear de Cuba a Florida, o suicidas estabilizados gracias a la bioquími ca en la paz de un horizonte artificial. De pronto, la serenidad da al traste con las advertencias de los posibles efectos secundarios de las medicinas o con las abruptas interrupciones de despachos de abogados que ofrecen servicios para demandar laboratorios o...

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