118 flores, el cuerpo y una ciudad

Una noticia en la prensa nacional hace varios años sobre un elevado número de muertes al cierre de un fin de semana desató el curso de una nueva investigación plástica para la artista Corina Briceño. En aquella oportunidad, ese número que alcanzaba alrededor de los 390 fallecidos y que ya se ha vuelto una marca de lo que recientemente ha colocado a nuestra Caracas en la catalogación de la ciudad más violenta del mundo, hilvanó un nudo de nuevos procesos en el trabajo de esta creadora de amplia trayectoria. Los primeros pasos fueron extraños y duros: rostros, nombres, acontecimientos, tachaduras y sombras de aquellos desaparecidos que flotaban en el olvido cotidiano de la cifra. Luego vino el receso y la distancia obligatoria que requiere la impotencia y el dolor frente al volumen indescifrable del irrespeto a la vida.El tiempo construyó otros recorridos. Llegó el silencio y con él los prolíficos vericuetos que reveló el propio cuerpo de la artista en sus recorridos habituales. La necesidad de relatar, de nombrar, de darle forma a aquella preocupación continuaba allí, buscando su espacio, labrando las aristas de un intervalo decisivo. Fue así como el tránsito diario que realizaba desde su casa ubicada en el sureste de la ciudad hasta el instituto donde dicta clases al oeste, comenzaron a brindar las claves de esa imperante traducción.Las imágenes fotográficas surgieron desde aquel movimiento mediante el cual atravesaba...

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