1986

Simón Alberto Consalvi ha escrito en el suplemento Siete Días de este periódico varios artículos sobre Daniel Yergin y el petróleo en el siglo XXI. Cuando leí el primero, no sabía que Yergin había publicado un nuevo libro y pensé en adquirirlo lo más pronto posible. Uno anterior, The Prize, lo considero indispensable. Como cuento con un libro electrónico, lo busqué de inmediato y lo tuve enseguida a mi disposición. Lo he ido leyendo poco a poco. En el tercer artículo de Consalvi, que apareció el pasado 13 de noviembre, relata cómo Yergin atribuye la desaparición de la Unión Soviética a la caída de los precios del petróleo de 1986. Esa baja de los precios no entra ba en los cálculos de la alta jerarquía de la segunda superpotencia mundial y ocasionó desabastecimientos, hambrunas y penurias financieras que condujeron a que, según Yergin, después de siete décadas, el comunismo desapareció en la tierra en que había nacido. La misma caída de los precios del petróleo afectó a Venezuela, país más dependiente del petróleo que la gran potencia comunista. La razón de aquel derrumbe de los precios fue más política que económica. Los países de la OPEP estaban incumpliendo los acuerdos adoptados por la organización, en vista de lo cual Arabia Saudita, aconsejada por su hombre petrolero, el jeque Yamani, decidió disciplinarlos produciendo a plena capacidad, con lo que se bajaban drásticamente los precios y los vivos que producían más de lo acordado no podían beneficiarse de su supuesta astucia. Para el equipo económico del Gobierno de Venezuela eso era una tragedia similar a la que produjo la caída de la Unión Soviética. Había que afrontarla. Y para hacerlo se diseñó un plan de inversiones que mantuviera la actividad económica del país. Yo era para entonces parte de ese equipo, como jefe de la Oficina Central de Presupuesto. Creo que logramos el objetivo y no sólo no cayó el régimen, sino que se logró que el pueblo no sintiera la magnitud del problema y que en las elecciones de 1988 el presidente se retirara con altos índices de popularidad y fuera sucedido, con amplia mayoría, por un militante de su propio partido: Carlos Andrés Pérez. Yo era partidario de medidas más drásticas y propuse a principios de 1986 una devaluación del bolívar. No fue aceptada, por lo que renuncié a la Ocepre, pero el presidente Lusinchi, en lugar de ofenderse por mi renuncia, con su bonhomía...

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