Los conversadores

Resulta éste el título de un artículo de Maupassant, aparecido en un diario francés de 1882, publicado hoy, nuevamente, en la compilación Sobre el derecho del escritor a canibalizar la vi da de los demás Ediciones El Olivo Azul, 2010, traducida, prologada y anotada por Antonio Álvarez de la Rosa. El artículo del célebre novelista y narrador autor de ese insuperable relato que es El collar, un velado homenaje a Flaubert, su divino maestro cuestiona la falta de inteligencia de las conversaciones que se atienden en un salón de sociedad y la bobería de la generalidad de sus frecuentadores. El origen de la reflexión le vendrá de Héctor Berlioz que, regresado de Italia agotada su estadía allí, luego de ganar el Premio de Roma, se encuentra con la pobre situación del medio social que le aguarda en la París de 1832: A pesar de mis súplicas, se complacen, se obstinan en hablarme sin cesar de música, arte y alta poesía. Esa gente emplea esos términos con la mayor sangre fría. Es como si hablaran de vino, mujeres, motines y demás cochambre. Me mata sobre todo mi cuñado, que es de una espantosa locuacidad. Siento que estoy aislado de todo el mundo por mis pensamientos, pasiones, amores, odios, por mis desprecios, por mi cabeza y mi corazón, por todo. Acogido a la actualidad de este ayer, Maupassant como también pudiera hacerse hoy determinará a los adversarios, aplicará letal descarga verbal y deglutirá en acto caníbal las famélicas inteligencias de los conversadores: En los salones de hoy, la conversación es banal, corriente, odiosa, prefabricada, monótona y al alcance de cualquier imbécil. Fluye, fluye de los labios, de los pequeños labios de las mujeres, graciosamente...

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