La 26 de Julio la recuerdo como un centro de horror

A mediados de 2014, cuando Venezuela regresaba paulatinamente a la normalidad luego de casi 5 meses de protestas contra el presidente Nicolás Maduro, promovidas por el movimiento La Salida, la rutina de Vasco Da Costa cambió radicalmente.Como hacía todos los jueves, luego de visitar en Ramo Verde al general Raúl Isaías Baduel para discutir sobre asuntos políticos, Da Costa, declarado como acérrimo anticomunista y politólogo de profesión, bebía café acompañado de varios amigos en una panadería en El Paraíso cuando la conversación y las risas mutaron a gritos de pánico y caras de asombro.Repentinamente grupos de encapuchados armados irrumpieron en el establecimiento, apuntaron a los presentes y en pleno alboroto le preguntaron: ¿Usted es Vasco Da Costa?.Luego de recibir una respuesta afirmativa, lo montaron en una camioneta para trasladarlo a un punto sin precisar.Una vez montado en el vehí culo, sus captores se identificaron como agentes policiales, que en un principio le pidieron colaboración obligatoria para una investigación.Luego de varias vueltas por la ciudad, llegaron a la sede del Cicpc de la avenida Urdaneta.Usted está detenido, le avisaron a Vasco, a quien luego mantuvieron esposado a una silla durante una semana antes de presentarlo en tribunales.Dijo que fue víctima de tortu ras. Me colocaron electricidad en los testículos. En audiencia, lo acusaron de terrorismo por supuestamente conspirar contra el gobierno; asociación para delinquir y fabricación ilícita de artefactos explosivos.Tres años preso. En el gobier no de Hugo Chávez, Da Costa había sido detenido en cuatro oportunidades por sus supuestas actividades políticas. La reclusión más larga había sido en 2004 cuando pasó dos meses en Ramo Verde.Junto con Efraín Ortega y Jo sé Luis Santamaría, compañeros que fueron acusados en la misma causa penal, el politólogo llegó al Internado Judicial El Rodeo II, donde fue testigo de torturas y violaciones. Me metieron en un depósito de seres humanos que denominaban `tigrito’: una celda pequeña con cientos de personas con apenas un agujero en un costado para poder ir al baño.Pero Da Costa, además, sentía cómo el paso...

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