El DF, laberinto interminable de vidas y hormigón

La urbe te traga. Simón, el defectuoso te traga. Es un laberinto de asfalto y hormigón igual o peor de indómito que la chiapaneca selva Lacandona donde circulan a toda prisa autos y personas por igual. Personas en autos por igual. Y abajo, un enorme reptil de hierro y goma en sus comisuras recorre sus entrañas, hondo es el crujido metálico de sus múltiples patas. La corroe veloz, como veloz corre la vida acá, imperceptible. A la Ciudad de México na die la doma. Sólo ellos, los que viven en la calle, es de ellos la calle. Los chilangos de a pie. Limpian parabrisas, venden cidís de música o películas piratas --aun libros, textos de García Márquez, Fuentes, Vargas Llosa. ¡Mire lleve usted el más completo compendio musical de José Alfredo Jiménez!, se oye, inverosímil, en las baldosas de la alameda o en el metro, la infinita serpiente metálica. Cargan a lomo limpio los canales de la res y el puerco en el mercado de la Merced. Y venden cualquier cosa en Tepito, cualquier cosa. Ropa de marca, calzado de marca, software y computadoras de marca, aunque después de que se le da el dinero no regresen con ellas. No importa, esto es el DF. Un retazo, al menos, del DF. La gente acá lucha todos los días contra este monstruo y sus demonios. La noche, los autos, la calle y sus moradores, los transeúntes sumidos en sus celulares, en sus iPod, en su contradictoria soledad en medio de más de 20 millo nes de congéneres. La oscuridad es de otras especies, de los hombre mono, el resistol 5000 en bolsas o botellas de plástico, la mona, mata a diario sus neuronas. Viven en las profundidades de los desagües y salen como animales nocturnos a buscar alimento en los basureros. Ellos son los dueños de las penumbras, son los dueños de la ciudad. La conocen como los lunares de su rostro; viven de ella. O ella en ellos. Sí. O termina por devorar a los intrusos. Aventureros que quieren hacerla suya. Insensatos. Los otros pasan por la orilla. Se refugian en el hotel de cinco estrellas o los hostales del zócalo, en los taxis, hasta sus destinos predecibles. Ven pasar...

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