27 MINUTOS

Admiro profundamente de la mente anglosajona su capacidad y pasión por medirlo todo hasta reducir nuestro mundo a porcentajes universales. Uno de esos números me lo topé en el libro Cooked Penguin Group, 2013 de Michael Pollan, que entiendo aún no ha sido traducido al español. Este artículo será una versión libre de las ideas expuestas por el autor en la fabulosa introducción de su texto.Cuenta el autor que el tiempo promedio que pasa una familia estadounidense en la cocina se ha reducido a 27 minutos por día ¡increíble que puedan medir algo así!, colocándolos como líderes en un mundo en donde, en general, el fenómeno se repite en todos los países. La ironía es que este también es el período de la humanidad en que más se habla y se lee de cocina. De hecho, a la par de la disminución del tiempo pasado en los fogones domésticos, las personas cada vez pasan más tiempo viendo programas de cocina en televisión, lo que probablemente es un indicio de que aún no estamos preparados para abandonar el acto desde donde se inicia la cultura Lévi-Strauss, aunque colectivamente sintamos que no tenemos el tiempo, la energía o el conocimiento para estar en la cocina. Querer saber de cocina, siempre siguiendo las ideas de Pollan, es un acto nostálgico que nos aferra a tiempos perdidos y pone a vibrar cuerdas emocionales profundas.La práctica de comer juntos en un espacio y tiempo acordados pasa poco a poco a convertirse en el acto de comer comida industrializada en donde sea y como sea. En el fondo volvemos a ser esos salvajes que vagábamos solos por el forraje, tratando de comer lo que nos topáramos.Perder el espacio de la cocina como fuego domador, llegar a esos 27 minutos, no es poca cosa así como la comida compartida en familia no es poca cosa. Es el espacio en donde nuestros hijos adquieren los hábitos básicos de la civilización: compartir, oír, esperar, entender las diferencias, argumentar sin ofender.Un acto cotidiano que hizo que los mortales comunes tuviésemos acceso a grandes logros técnicos, se va alejando. Actos rudimentarios como hacer queso, cerveza o pan nos parecen formas extremas de cocina. Vamos perdiendo conocimiento, y con esa pérdida se nos va también poder.La cocina, con cada minuto que le restamos hasta llegar a esos 27, se va convirtiendo en una forma abstracta de arte. Parte de un imaginario exótico.Los tiempos cambian y luchar contra la dinámica que impone la vida actual en las ciudades es imposible y probablemente caer en la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR