Nuestro padre, el inmigrante

Padre de la poesía moderna, los jóvenes poetas han ido y van a buscar por fuera sus raíces líricas cuando en realidad estaban y están aquí junto a ellos, esperando con paciente actitud la hora de los regresos. Libro de regresos, vamos y venimos hacia él como si se tratara de una mecánica sólo conocida por los corazones verdaderos. Hijo prodigado, el olvido crecería con cada una de sus noches. Conocí a Gerbasi una noche, en uno de esos banquetes, ricos en sólidos y en líquidos, tan frecuentes en la Caracas de finales de los setenta. La coral del Colegio San Ignacio había ido a sumarse a la celebración de no me acuerdo quién y nuestro director, Eduardito Plaza hijo de músico, hermano de músico, sobrino de músico, primo de músico, padre de músico y nieto de músico, como todos los Plaza que en el mundo han sido, nos invitó al festín de arte que allí se celebraba. Tocaba al piano el maestro Estévez. El poeta, agobiado por su noche, era conducido por otros. Al pasar el cortejo, alguien en voz muy baja entonó un treno solemne y triste: Es Vicente Gerbasi y este verso resonó para siempre en todas las elegías de mi universo. El deambular, el ir y venir, es el signo de Gerbasi. Hoy está de nuevo aquí. Regresa para formar parte de la colección Poesía de Largo Aliento y lo es de las ediciones Laberinto y lo es y mucho, como toda gran poesía, que recién comienzan a circular en México éste, el año pasado. Con tinúa esta magia, la presentación Vicente Gerbasi: voz de abismo y relámpago de Jacqueline Goldberg Jacqui, sabia y afectuosa: Sus textos, impecables y sinfónicamente hilvanados, van dando cuerpo a una emoción enmarcada entre la enigmática frase con la que comienza y...

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