La ONU y el ridículo

Mientras los principales representantes de los países miembros de la Organización de las Naciones Unidas tomaban la palabra en la Asamblea General de ese organismo y expresaban sus deseos, sus inquietudes y sus dudas sobre los problemas más relevantes que amenazan la paz y el progreso del mundo, la delegación venezolana se ocupaba de organizar en Nueva York una especie de exorcismo continental para sacarle el diablo al comandante enfermo.

Todos creíamos que el demonio estaba dentro del presidente Bush y que olía a azufre. Pues, caímos por inocentes: el diablo estaba en otra persona, en su acusador.

Para ello buscaron (o compraron, que es lo más seguro) los servicios de una pequeña iglesia en una zona oscura de Nueva York, con el fin de orar y pedir por la salud del comandante presidente.

Gasto totalmente inútil porque el jefe bolivariano ha dicho hasta el cansancio, por todos los medios habidos y por haber, que ya se curó, que está como nuevo y que viene con las pilas recargadas al máximo, como el conejito de la cuña y el tambor.

Entonces, ¿para qué pedirle a Dios que cure con su poder divino a quien ya está requetesano, según las propias palabras del comandante? Sería llover sobre mojado y significaría una verdadera pérdida de tiempo para Jesucristo, que ya tiene millones de enfermos en el mundo que atender, y que ahora debe abandonar su misión entre sus fieles de África, Asia y América Latina para ocuparse de un camaleón que quiere hacerse pasar por cristiano.

Y es que ser cristiano significa algo mucho más trascendente que afiliarse a un mensaje político o electoral. ¿Dónde...

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