El acecho del lago de Valencia

La casa donde viven Lida García y su hijo adolescente está a 120 metros del muro que contiene a un vecino amenazante: el lago de Valencia. La vivienda es una de las dos que quedan habitadas en la Segunda Transversal de La Punta, en Maracay, estado Aragua, y tiene una apariencia fantasmal porque está rodeada de otras que fueron abandonadas o demolidas por el riesgo de inundación. La mujer, de 51 años de edad, no puede disimular el sobresalto cuando comienzan los ventarrones y truenos que anticipan otra noche lluviosa. Voltea de un lado a otro y acelera las palabras. Desde la puerta de su residencia se ob serva cómo las olas se agitan y sobrepasan parcialmente la barrera, que está ubicada sólo 30 centímetros por encima de las aguas. García apenas tiene fuerzas para ponerle su propio muro al miedo: El lago es el terror. Quiero marcharme, pero no tengo dónde ir. Se excusa por no recibir a los visitantes dentro de su casa de 118 metros cuadrados: Aquí vivimos sin dignidad. Habla desde la misma calle anegadiza que la dejó sin enseres: no tiene nevera compra cada día lo que va a comer ni lavadora limpia la ropa a mano. La compañía de 5 perros guardianes la hace sentir menos vulnerable ante los apagones nocturnos y el abandono en que terminó esa parte del vecindario. Trabajó 15 años en la multinacional Sony Âpuede hilvanar frases básicas en japonés pero hoy está desempleada. En julio la afectó un lumbago que se manifestó después de 11 días consecuti vos de cargar baldes para sacar el agua que entró a su vivienda. En ese período apenas comió porque quedó aislada. Hace 3 décadas superó un cáncer en la garganta, pero hace 4 años reapareció un tumor visible en esa parte del cuerpo. Cuando se le pregunta si ha vuelto al oncólogo, guarda un breve silencio y mueve la cabeza con un gesto negativo: Esto es demasiado para mí. Luego agrega otra frase: El presidente Hugo Chávez, que padece cáncer, sabe de lo que estoy hablando. El lago de Valencia no ha sido una bendición para García, ni para los vecinos de La Punta, ni para muchos pobladores de sus riberas en Aragua y Carabobo. Abundan quienes piensan que es una presencia pestilente que inunda viviendas, destruye infraestructuras, acaba con plantaciones y se desborda como cloaca cuando debería ser algo muy distinto: un área para la recreación, la pesca y la obten ción de recursos hídricos para el consumo humano. Su ascenso de 2 metros en lo que va de 2011 lo hizo escalar hasta la cota 412 sobre el nivel del...

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