La secta Ch

El discurso marxista tilda de anacrónicas y estupidizantes las prácticas religiosas. La religión es el opio de los pueblos, es una frase que resuena, retumba y descalifica, manida en el pasado, rechazada en el presente, a pesar de que el estamento gubernamental comunista por años persiguió a los religiosos, prohibió sus símbolos y coartó sus libertades civiles. Sin embargo, los socialistas del siglo XXI se comportan como fanáticos religiosos, imbuidos de espíritu corderil, seguidor, ciego, acrítico e idólatras de figuras contemporáneas y pasadas. Además, son sectarios, exclusivistas y terminan siendo más obstinados, tercos y fanáticos que los religiosos que descalifican. Pero no sólo es una actitud de corte religiosa la que imponen a sus seguidores políticos, es también un culto a la personalidad que comprende elementos de misterio y admiración por logros, fantasías y expectativas delirantes. Se han hecho expertos en imbricar las realidades con las fantasías y en mezclar las acciones populares con las esotéricas. Lo secreto y las incógnitas son la base del poder de los iniciados o miembros de la clase gobernante. El conocimiento y las experiencias académicas y profesionales cuentan menos que la cercanía, la sumisión y la obsecuencia. La base teórica es el manifiesto comunista y los complementos ideológicos son frases pertinentes de Marx, Lenin, Mao y el Che, consecuentemente, los personajes adorables con aceptación y sin crítica, son esos mismos. Parece ser que habrá...

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