¡Lo logramos Maickel!

Los periodistas nos pasamos la vida buscando historias que nos hagan sentarnos frente al teclado a escribir con gusto. Hazañas, conflictos, pasiones, furias, logros, forman parte del legado que dejamos ir en las páginas de los medios. Pero cuando la historia llega a ti, cuando te ves envuelta en ella, tienes en las manos el tesoro de empaparte hasta escribir con el pecho abierto. Así me pasó cuando Federico Pisani, mi compañero de vida, se convirtió en el entrenador de Maickel Melamed y me vi involucrada en las entrañas de una lucha que habla de esperanza, inspiración, de no aceptar un "no" como respuesta. Este es el relato de un ser humano que, como me conmovió a mí, lo ha hecho con el país entero. El recorrido interno de una historia que me llevó hasta Nueva York para gritar con los ojos aguados de pura felicidad ¡Vamos Maickel!

El loquito de los festivales

-La primera vez en mi vida que vi a Maickel, fue en el Festival Ascenso donde presentaba el video de una caminata de unos cuántos metros para Paz con Todo. Era su época de líder estudiantil. Recuerdo llorar como Dumbo ante la fortaleza de aquel ser humano. Luego lo volví a ver en el mismo festival con un video de su ascenso al Pico Bolívar.

-Me pareció un temerario y le dije a Alfredo Autiero -promotor de la hazaña- que era un demencia V lo que habían hecho. Al año siguiente estaba surfeando f una ola con Gerhard Weil y lo tildé de absoluto irresponsable. Me conmovía, pero de verdad no entendía el empeño de ese ser en arriesgarlo todo, desataba en mí un instinto cercano al maternal que me hacía querer dejarlo sentadito y quieto en algún lugar. Me aterraba, pero me movía. Maickel nunca te deja ser una espectador indiferente.

-Entonces mi vida se unió a la de Federico Pisani y una tarde me dijo que nos encontráramos en el Café Arábica en Los Palos Grandes, que él se iba a reunir un rato con Maickel. Fue la primera vez que me crucé con sus grandes ojos azules y vi cómo se tomaba el café hirviendo con un pitillo. Fue el día en que se selló la alianza entre él y Federico como entrenador y deportista. A partir de ese día, Maickel y sus entrenamientos se convirtieron en parte de mi cotidiani¬dad. Comencé a tener pitillos en la casa para darle café, a reconocer el sonido del carro de su asistente Galo y a familiarizarme con el tumbado de sus pasos pendulares.

No acepta no como respuesta

Desde el 25 de abril de 1975, cuando Maickel salió de las entrañas de su madre en un parto complicado, tuvo que luchar para decirle al mundo que jamás aceptaría que le negaran la oportunidad de intentarlo. Alberto y Maritza esperaban al tercero de sus hijos en la ciudad de Caracas. Maickel nació con una hipotonía que impediría durante el resto de sus días que los músculos crecieran y se desarrollaran normalmente. Además, el cordón umbilical se había enredado en su cuello impidiendo el paso de oxígeno y, cuando le pusieron el aire que necesitaba, la bombona estaba vacía. El pronóstico era menos que alentador. Maickel nació con una sentencia de muerte decretada por los médicos que lo traeron al mundo. No le daban más que unos días. Pero no se dejó amilanar. Vivió y sorprendió a todo el mundo.

Luego le dijeron que jamás caminaría, pero a su prima Alejandra le parecía aburridísimo jugar con un niño así, y como los niños no saben de partes médicos, insistió tercamente en pararlo hasta hacerlo...

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