El sobrecito manila

  1. Lo miras por la televisión y te parece un buen tipo, además de parlamentario inteligente, informado y de buen verbo. El hecho de que te lo presenten en un video manufacturado con mala leche, es decir, con premeditación y alevosía, no cambia tu percepción; lo que te sorprende es su falta de malicia, un ingrediente que hace mucha falta en el medio político. Como no la cambia tampoco la premura con la que sus partidarios lo apartaron de sus responsabilidades y de su militancia, una medida que ha sido calificada de maestra desde el punto de vista de la campaña, pero que a ti te luce despiadada para con un compañero político de su trayectoria. Y menos te la modifica, en fin, el hecho de que la Asamblea Nacional se haya puesto grave y solemne, como pocas veces se la ha visto, y lo haya despojado de la inmunidad parlamentaria. Es que tú sabes, como todo el mundo, que quienes, desde el lado del oficialismo, urdieron la treta Âuna pieza clásica de la llamada guerra sucia tienen eso que los abogados llaman la presunción de rabo de paja a cuenta de irregularidades que rebasan ampliamente esos piches 40.000 bolívares en efectivo que le entregaron a él, puestos en un sobrecito manila, según se cuenta en el video elaborado por orden de un empresario simpatizante de la revolución y a quien, cuentan, ésta le adeuda una cantidad mayor de dinero. II. Pero, en medio de la desmesura del escándalo, a ti te da por pensar en otras cosas. Te parece extraño, por ejemplo, que nos concentremos en el fulano sobrecito de manila y no aprovechemos el episodio para retomar el tema del financiamiento público a los partidos y las campañas, prohibido en Venezuela con tal vez muy buenas intenciones, pero seguramente con malas consecuencias, dado que ha puesto la política en manos de los recursos obtenidos del presupuesto gubernamental o, en el caso de que no se tenga acceso a éste, en las de determinados intereses privados. Se trata, en ambas situaciones, de mecanismos que le prestan un flaco servicio a la democracia al atentar contra el fair play electoral. Y, por otra parte, piensas, así mismo, cuán peligroso resulta que veamos sin asombrarnos cómo se recurre a una grabación justificada Âvale chuparse el dedo por la intención de...

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