Un cerebro y dos cabezas

El 10 de enero comienza una nueva etapa en la historia política venezolana. La decisión del Tribunal Supremo, simplemente política, como ha sido considerada por la mayoría de los constitucionalistas y gente seria de este país, confirma la lamentable sumisión de los poderes públicos y de las instituciones del Estado a un Ejecutivo que obedece a intereses exclusivamente partidistas, con lo que se destruye la institucionalidad y el concepto mismo de Estado. El régimen que empieza con Maduro al frente carece de fundamentación constitucional, a pesar de la decisión del TSJ; de las despreciables declaraciones del secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, y del respaldo que le dieron algunos beneficiarios extranjeros entre ecos y lloros histéricos por la salud del comandante ausente y los logros de la revolución del amor, que para ellos se traduce, como lo dijeron con el mayor desparpajo de José Mujica y Cristina de Kirchner, en la ayuda que ha dado Chávez a sus economías en momentos difíciles. La realidad es que estamos ante un extraño régimen que se instala con base en una decisión política del TSJ; una Asamblea Nacional mayoritariamente chavista, pero que curiosamente representa la minoría nacional expresada cuando se eligió, hoy dirigida por Diosdado Cabello, un militar golpista, parte de la bicefalia que parece heredar el poder según decisión del mismo Chávez, antes de que le ocurriera el hecho sobrevenido; un TSJ Supremo que legisla y asume funciones de la Asamblea y que se integra desconociendo las reglas, cuando sustituye a sus magistrados para acomodar sus decisiones a instrucciones ejecutivas y, un Poder Moral ausente, más la Defensoría del Pueblo que mantiene un condenable silencio ante los hechos y los atropellos de las fuerzas públicas en contra de los estudiantes y venezolanos que protestan con derecho el estado al que han sumido la República. Ante todo ello, una dirigencia opositora débil que acepta sin reservas los hechos y se une al juego de la democracia venezolana, en clara desventaja. La blandenguería de algunos anuló, para empezar, cualquier postura que los demócratas de la región y...

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