Engaños

En acto del 4 de febrero, merecedor, por su estética y por lo que allí se dijo, de ser adjetiva do como grotesco, y que el matutino español ABC tilda de fantasmagórico, los gonfalonieros del bolivarianismo intentaron, una vez más, disfrazar de victoria la expedita capitulación de Hugo Chávez, ocultando la verdadera significación de lo que ocurrió hace 21 años cuando la democracia se anotó un inobjetable triunfo sobre la aventura golpista liderada, entre otros, por el paciente confinado en la mayor de las Antillas. En el acto, en el cual se oficializó el apar theid como política de Estado, condenando a la exclusión a la mitad de los venezolanos, quienes, por no compartir ideas y procedimientos afines al proceso no merecerían ni la ciudadanía ni la nacionalidad, se puso nuevamente de bulto la capacidad del régimen para mentir, así como su disposición a distorsionar, manipular y falsificar hechos y realidades, al condecorar a un par de incondicionales lamebotas y a cerca de 40 milicos que ni siquiera pudieron durante su carrera acumular preseas por méritos. ¿Quién puede probar, por ejemplo, que la misiva leída por Maduro en una esquizofrénica aparición en la que se aferró a símbolos chavistas y, a la vez, hacía suya la emblemá tica gorra de Henrique Capriles para sumarla a su parafernalia electoral, proviene del comandante? Nadie. Así como persona alguna puede constatar que la designación de Jaua como canciller sea producto de la voluntad de Corazón de Patria, o que el inventario de lugares comunes que tuvo que soportar el pleno de Celac, en Santiago de Chile, salió de la siniestra zurda pluma de Hugo Rafael. La repetición de una rúbrica generada electrónica o digitalmente en tinta roja no certifica la autenticidad ni el origen de los mensajes que Maduro, Cabello y otros portavoces del régimen difunden como santa palabra chavista. Esas habilidades para la im postura nos llevan a pensar que la política comunicacional del Gobierno, diseñada seguramente en La Habana, se basa en la convicción de que es me jor un buen rumor que una mala noticia. La rumorología que rodea la condición de quien es tratado en la clandestinidad es una cortina de humo que le viene como anillo al dedo a quienes buscan prolongar un estado de incertidumbre que les permita, sin atributos legales...

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