Cursilería

Hace años, asistí a una proyección de Don Kikhot, película de Grigori Kozintsev estrenada en 1957 de la cual los camaradas-de-todos-lospaíses-uníos se sentían orgullosísimos y exhibían como cenit de la cinematografía soviética. El recuerdo que tengo de la cinta es difuso. Sé que me impactó la fotografía y que percibí en ella mucho de lugar común y versión abreviada; lo que sí ha permanecido intacto en mi memoria es el comentario que formuló Alberto Sánchez a la salida de la función.¡Qué vaina tan cursi!, juicio crítico y definitivo que asumí como boutade. Y, aunque no estoy en condiciones de acreditar si la afirmación del desaparecido teatrero era justa, pues tendría que ver la película de nuevo y confieso que no me llama la atención semejante tarea, la anécdota me permite abordar uno de los aspectos más repulsivos de la revolución bolivariana: la cursilería que destila.Y no me refiero solo a sus manifestaciones estéticas, las cuales adoptan patrones del realismo socialista y respon den, por razones ideológicas y no por exigencias expresivas, al zhdanovismo normativo que mediatizó a buena parte de la producción artística en la desaparecida URSS, sino a lo que podríamos denominar cultura chavista, ese arroz con mango reduccionista que el comandante supergaláctico calificaba de holístico porque le gustó el adjetivo, pero no porque entendiese los alcances de su significado. Le pasaba lo que a Aldous Huxley con la palabra carminativo, o lo que a Joan Manuel Serrat con el sustantivo estraperlista. El escritor inglés, en su novela Los escán dalos de Crome Crome yellow, 1921 relata lo decepcionante que puede resultar la falta de correspondencia entre la atracción fonética de un vocablo y su acepción carminativo es un medicamento prescrito para combatir la flatulencia; por su parte, el cantautor catalán confesó alguna vez que de pequeño le cautivaba la palabra estraperlista la cual, para su desengaño, descubrió al crecer, es sinónimo de contrabandista y hasta de pillo.La cursilería que no me atre vo a llamar kitsch, para no entrar en honduras en torno a un tema que ha generado literatura suficiente para colmar bibliotecas enteras ha sido rasgo distintivo del imaginario bolivariano. Desde el envuelto en un manto de iris del Libertador buscando las huellas de La Condamine y de Humboldt en Mi deliro sobre el Chimborazo a Venezuela he roica, pasando por los cuadros y murales alegóricos a la gesta independentista, palabras e imágenes insufribles fueron...

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