Restauración

Los ibéricos, principalmente los súbditos-ciudadanos del reino de España, están muy pre ocupados por la lengua. No solo por lo mal que la mayoría pronuncia las vocales y consonantes, sino también por cómo el habla callejera y cotidiana distorsiona las palabras, agrede la gramática y da tumbos con los significados.Hablamos de una manera zarrapastrosa, reconoce Víctor García de la Concha, el director del Instituto Cervantes, que ha tiempo emprendió una cruzada en de fensa y promoción del español; y por lo que escuchamos y entendemos, con poquísimo éxito.Siendo la principal preocupa ción estandarizar la inclusión de los términos foráneos, no como una manera de enriquecer el idioma sino para levantar alcabalas y cuarentenas, por choque estético, los diccionarios y demás tiestos de consulta han derivado en manuales de castellanización, que es tan fatal como enseñar gramática cuando lo que se pretende es enseñar a escribir. Así, los académicos, que van poco al mercado y mucho al cine, creen que su función es obligarnos a tomar güisqui, una rara combinación de letras que anuncia más un enema o una alegoría de la mansedumbre que la bebida que tanto les agradecemos a los escoceses.Muchos de mis amigos con cuerdan en que las películas españolas se entienden mejor con subtítulos en inglés, y que ganan claridad cuando se utilizan caracteres cirílicos, sean en ruso, macedonio o ucraniano, y hasta con un traductor en lenguaje de señas, aunque sea el loco surafricano.Lo que se...

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