Sin geometría

En la impaciencia podría estar la clave de que tratemos con desdén la geometría y nos atrevamos de retar y violar las leyes de la física, y fracasemos en tareas en las que, con apenas algo de denuedo, resultan airosos los demás habitantes del planeta. No me refiero al control de la inflación ni mucho menos a la comprensión de los números irracionales, sino a la falta de aguante para esperar la normal evolución de los procesos, como otros permiten la lenta y necesaria maduración de los vinos. La alegría con que tantos acogen el término revolución se emparenta con el éxito en ventas de los hornos microondas, ambos prometen cumplir sus objetivos en poco tiempo, y sin ensuciar mucho.El gran fracaso del siglo XIX ve nezolano fue que las numerosas revoluciones, cada una con el nombre más rimbombante que la otra una se llamó La Restauradora, qué bolas, ofrecían resolver muy rápido problemas que, por su naturaleza, necesitaban tiempo y reflexión, como la educación y la discusión de las leyes. Las constituciones eran desechadas antes de entrar en vigor, porque una revolución en puertas decía traer, entre sus máuseres y machetes, ideas más modernas y rápidas de aplicar.Por esa impaciencia, el país no tuvo códigos ni civil, ni de comercio ni de nada hasta bien entrado el siglo XX. Fue por tozudez de un campesino, que aplicó las leyes de la naturaleza a la sociedad, que el país dejó de regirse por la normativa española, de la cual se había separado teóricamente cien años atrás.El socialismo ha dado grandes lecciones con sus apuros. El Gran Salto hacia Adelante de Mao Tsetung retrasó el proceso...

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