51 niños desnutridos ha recibido el hospital Chiquinquirá en 2016

Una puerta con la cerradura dañada da acceso a un largo pasillo que tiene unas sillas plásticas al final.Dos bombonas de oxígeno son evidencia de que se está en un centro de salud. Hace mucho calor. No hay aire acondicionado a pesar de que la temperatura en Maracaibo sobrepasa los 40 grados centígrados.Para amortiguar el calor colocaron ventiladores.En el tercer piso del Hospi tal Chiquinquirá funciona la unidad de recuperación nutricional, una de las cuatro de este tipo que hay en la entidad.Las otras están en el Hospital de Niños de Veritas, en Maracaibo; en el Hospital General Adolfo D’Empaire, en Cabimas; y en el Américo Negrette, en Nueva Lucha, municipio Mara. Tiene capacidad para 12 niños, quienes con sus familiares están en las pocas habitaciones a los lados del pasillo.María del Carmen Fernández Chourio presenta síntomas de desnutrición protéico-calórica severa, con todas las características de Kwashiorkor, una forma de malnutrición grave que tiene formas edematosas. Fue hospitalizada el 29 de junio.Estaba muy mal. La cabeza le daba vueltas, desvariaba, explica Zulia Ríos, una colaboradora que forma parte de un grupo de voluntarias que semana a semana visita distintos centros asistenciales. Entró por emergencia. Le dieron antibióticos porque presentó una infección intestinal.A sus 5 años de edad pesaba 5,580 kilos y medía 80 centímetros. Por 4 días la atendieron con Liolactil, fórmulas de Isomil y antibióticos. Los médicos que la trataron tenían pocas esperanzas. `Esa niña se va a morir’, decían.Tendrá que estar al menos tres meses hospitalizada para recuperarse. La atienden su mamá, Adela, y la abuela, ambas con discapacidades. Viven en Barrio Blanco, en el noreste de la ciudad, en una zona donde la mayoría de los pobladores son indígenas wayúu.Buena parte de su familia, sin embargo, habita en el barrio San José, en el centro oeste, en una casa donde conviven 27 personas, incluidos 7 niños 8 con María del Carmen y 6 personas de la tercera edad. Algunos duermen en camas, otros en hamacas y colchonetas. La casa tiene piso de cemento y techo de zinc. La pobreza resuma por todos lados.Quien mantiene la casa es mi mamá, que es pensionada.Mi hermano es albañil y hace marañas, nos ayuda cuando puede. Más nadie trabaja aquí, cuenta Kathy Chourio, de 41 años, quien funge de matrona. Es ingeniera, pero no ejerce. Se ha dedicado todos estos años a cuidar a su madre, Adela Barboza, quien padece de depresión y tiene...

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