¡...Ay, qué triste Navidad...!

Aun cuando el gobier-no se empeña en publicitar en costosas campañas planeta rias que somos un país pleno de jolgorio, como si de un decreto se tratara, se topa tozudamente con una realidad que nos indica ni uno ni lo otro, sino todo lo contrario. Con la particularidad de calificar a todo humano que se atreva a no ser optimista con el discurso oficialista como agente imperialista y de la gusanera mayamera, léxico repetido en tono catequista del glosario castrista.Difundir institucionalmente hasta el cansancio caritas morenas felices al son de la rumba y el guaguancó no se compadece con la tragedia criolla de vivir en la actual Venezuela. Qué se puede pensar de un país sobreviviente a una inflación de dos dígitos durante la actual gestión: desde 2008 supera cómodamente 20%, en 2013 alcanzó 56,3%, y ya se pronostica para 2014 en 70% el índice general inflacionario, y para el renglón vital de alimentos, mayor de 100%.¿Cuál es el resultado para cada familia de este país tropical? Ajustar el esmirriado presupuesto familiar y arroparse hasta donde la cobija alcance; es decir, en lugar de tres golpes, solo habrá dos, y en muchos hogares, como las estadísticas lo indican, uno solo para subsistir.Este tsunami inflacionario ha terminado con fulminar nuestras tradiciones a tal extremo de que vacaciones, bonos navideños, llámese de fin de año, utilidades o aguinaldos, serán los más devaluados de nuestra historia, destinados a ese hoyo insondable donde se destruye...

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