Abyección prepascual

Finalizaba julio de 1976, me faltaba poco para cumplir los 20 años, y era novio de Graciela Ibarra León. Casi todas las tardes nos reuníamos en Plaza Venezuela para irnos a la fuente que entonces estaba al costado derecho de la entrada a la autopista. Lo habitual era meternos a la cafetería que entonces estaba abajo de los surtidores y luego sentarnos a ver los cho rros de agua mientras hablábamos de cualquier cosa que nos viniera a la mente. Esa tarde en particular nos conmovió y llenó de profunda desolación a ambos cuando vimos un pregonero anunciando El Mundo, y el titular a todo lo ancho del periódico anunciaba el asesinato de Jorge Rodríguez.Un medio 0,25 céntimos cos taba el diario, y lo compramos.Nos sentamos en la acera, indiferentes a los toques de bocina y mentadas de madre de los conductores que no entendían la presencia allí de aquel greñudo y aquella diminuta mujer, y lloramos leyendo la noticia del asesinato del fundador de la Liga Socialista. Terminamos de leer y nos fuimos al interior de la Universidad Central de Venezuela, caminamos hasta el Aula Magna y en medio de un riguroso silencio, logramos colarnos entre la masa inmensa que plenaba el auditorio. Costaba creerlo, pero allí, bajo las adoradas nubes de Alexander Calder estaba la urna con los restos de Jorge.El escándalo nacional ante una muerte tan absurda fue unánime. La respuesta oficial fue digna de recordar en estos días a los de turno en el poder.El director de la Disip fue destituido y los agentes devenidos en criminales: Braulio Gudiño...

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