Adiós, Coba

Desde la declaración de la independencia en 1811 hasta su plena conquista en 1821, con la bata lla de Carabobo, transcurrieron diez años. Todas las escaramuzas y matanzas que vinieron después entre los que se consideraban legítimos herederos de las luchas de liberación nunca igualaron en sangre, destrucción y sufrimiento los horrores y terribles sacrificios que se vivieron para conseguir el sueño de ser un país soberano. Ningún otro país de Améri ca pagó un preció tan caro como Venezuela, y como si fuera poco sus patriotas fueron a ofrendar su vida en luchas en tierras lejanas que en esencia pertenecían a otros. Fue una década en la que el país se convirtió en un campamento provisional mientras se huía o mientras se recuperaban fuerzas para atacar otra vez. Desde entonces han sido pocos los momentos de paz. La degollina que los fastuosos siguen denominando Guerra Federal fue la más larga y cruel. La proporción de momentos de paz y de libertades ha sido minúscula si se compara con los períodos de vejámenes y operaciones militares. Con todo, el venezolano sigue siendo, en esencia, un hombre de paz y de diálogo, pero su fortaleza, decisión y valentía es del tamaño del compromiso que se le presenta. Pacífico, pero no pendejo. Equivocadamente, mal aconse jado por quienes han prevalecido por medio del terror en su imposición de utopías mal concebidas y peor aplicadas, el Coba criollo ha amenazado con la inestabilidad, la guerra civil, si no...

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