Adiós al Flaco

Una de las figuras más brillantes de la música mundial trascendió el pasado miércoles a la inmortalidad. No obstante, antes de partir, Luis Alberto Spinetta le dejó a este mundo agónico, prepotente y compulsivo uno de los cancioneros más exquisitos y completos que se hayan diseñado en la historia del rock. Su origen argentino, suramericano, nunca condicionó la grandeza de su obra, apenas por debajo de sus amados Beatles. Y no se trata de una exageración, pues el pulso de sus temas siempre se movió en esa delgada línea que divide lo complejo de lo popular. Si bien es cierto que en su país lo que abunda es el acervo literario, la oda de Spinetta alcanza dimensiones tan especiales que ayudó a transformar una manifestación sonora de ímpetu arrebatado y juvenil en una expresión formal del heraldo cultural porteño. Tanto como el tango, al pun to de que el propio Astor Piazzolla se sintió seducido, en la década de los setenta, por la impronta del trovador nacido el mismo día en que cayó la dictadura perezjimenista, pero ocho años antes. Por eso Spinetta es el poeta del rock argentino, mientras que Charly García es el cronista de esta escena. Las historias musicales de los mayores pilares de la nación rioplatense fueron relativamente similares, lo que desencadenó una rivalidad Âimpuesta por la prensa que acabó cuando compusieron juntos el tema Rezo por vos, a mediados de los ochenta. Aunque conceptualmente anduvieron en aceras opuestas. Al tiempo que el creador del disco Parte de la religión apostó por la polaroid del contexto, la ironía, la unidireccionalidad del discurso y el existencialismo en sus canciones, el trovador de Bajo Belgrano optó por la descripción del barrio y su gente, la adaptación de un idioma tan complejo como el nuestro a las reglas del pop, rehuyó de la elocuencia en el trato de las sensaciones o de la cotidianidad, y defendió la belleza ante la practicidad. A pesar de sus diferentes encarnaciones grupales, evadió la obviedad y también la nostalgia. Sin embargo, su personalidad sonora era única. Podría haber peculado con su inmenso repertorio, pero su honestidad era tan fuerte que no le permitió sino mirar hacia adelante. Soy rockero porque mi vida es una batería armada esperando que se le haga batir. Si eso no es...

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