Agonía y muerte

El 2 de marzo de 1953, en la noche, Iosef Stalin se reunió con cuatro de sus hombres más cercanos: Laurenti Beria, Nikita Khruschev, Georgi Malenkov y Nicolai Bulganin, con quienes vio algunas películas y tomó un vino dulzón. A las 4:00 de la mañana los miembros del politburó del Partido Comunista de la Unión Soviética se retiraron a sus aposentos dentro del Kremlin. No volvieron a ver al Koba con vida. A los guardaespaldas que per manecían en la dacha cercana les ordenaron que se fueran a dormir, que el jefe no los necesitaría. Desde que estaban a su servicio nunca habían recibido una instrucción semejante. Al contrario, debían permanecer vigilantes para atender cualquier requerimiento que se les hiciera y velar por su seguridad. Siendo el primer anillo no podía ser de otra manera. En los aposentos de Stalin permaneció Ivan Vassilievich Khrustalev, el asistente personal, que salió a las 10:00 de la mañana, la hora en la que usualmente el hombre fuerte de Rusia comenzaba sus actividades. Pero llegó el mediodía y no se escuchaba ninguna actividad. Tampoco nadie se atrevía a entrar a preguntar. Sería una insolencia que se pagaba muy cara. Pasó la tarde y oscureció. Cuando llegó la correspondencia, pasadas las 8:00 de la noche, y teniendo la obligación de entregársela en sus manos tan pronto llegara, los sirvientes y guardaespaldas encontraron la excusa de averiguar que pasaba allá dentro. Edvard Radzinsky cuenta en su libro Stalin, una biografía que escribió a partir de documentos encontrados en los archivos secretos de la Unión...

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