Al aire libre

Al caminar por centros comerciales abiertos a la ciudad como El Marqués y Chacaíto, construidos en los años sesenta, es difícil no sentirse en la Caracas que pudimos ser y no fuimos: una ciudad verde cuyos habitantes disfrutan plenamente la bendición de contar con uno de los mejores climas del mundo. El concepto de lugares públicos que se fusionan con la urbe se había perdido desde hace años; nos convertimos en una inhóspita acumulación de ghettos, tráfico infernal, el verde asfixiado entre el concreto de grandes edificios de oficinas y centros comerciales tipo mall. En vez de naturaleza: aire acondicionado e iluminación artificial. Casetas de vigilancia por doquier. Los jardines que delimitaban nuestras viviendas con arbustos de azaleas y cayenas fueron sustituidos por murallas para protegernos del avance de la delincuencia. Pero hace un tiempo para acá los caraqueños parecemos ansiosos por recuperar aunque sea un ápice de calidad de vida urbana, qué mejor ejemplo que un evento como Por el medio de la calle en el municipio Chacao, donde una noche al año se encapsula lo que hasta la década de los noventa vivíamos a diario en Sabana Grande: una concentración de los movimientos urbanos más interesantes del momento. El problema de Por el medio de la calle fue que superó las expectativas de público, y ante semejante aglomeración de gente no fue mucho lo que se pudo disfrutar. Dos espacios culturales nacidos del impulso de rescatar el disfrute cívico de nuestro privilegiado clima son Los Galpones en Los Chorros y Los Secaderos en la Hacienda La Trinidad que, aprovechando jardines como el que describe Oscar Wilde en el cuento El gigante egoísta, reúnen pequeñas galerías de arte, librería, y se realizan eventos como talleres infantiles, exposiciones...

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