El ajedrez militar del 12-A

Rodeado de cerca de 25 generales y oficiales de alto rango en Fuerte Tiuna, un día igual al de hoy hace 10 años, a Chávez le ordenaron quitarse el uniforme militar. Uno que, según los presentes, no era digno de que llevara luego de la violencia generada el día anterior en los alrededores de Miraflores, donde murieron 19 personas. Se puso mono de trotar, franela blanca y zapatos deportivos. Estaba fuera del poder, nervioso y sin militares leales cerca. Eran las 5:00 am del 12 de abril. Los generales que le dieron la orden formaban un grupo heterogéneo de alto rango y de las cuatro fuerzas ÂEjército, Armada, Guardia Nacional y Aviación que se había concentrado en Fuerte Tiuna desde la noche anterior. La base militar se había transformado entonces en el centro del poder, luego de que el mandatario se hubiera comprometido a renunciar en Miraflores y trasladarse hasta allí. Los líderes eran el vicealmirante Héctor Ramírez Pérez Âque Carmona designó después ministro de la Defensa y Efraín Vásquez Velasco, comandante general del Ejército. Dos días después el grupo fracasaría porque carecía de fuerza. Otro grupo, también militar, lo suplantaría. Ramírez Pérez no tenía poder alguno en la FAN, porque era un hombre de la Marina; y la fuerza madre en Venezuela, la más antigua y fuerte, es el Ejército. No contaban con comandos que dirigieran tropa en las guarniciones. De hecho, la más importante de ellas, la de Maracay, comandada entre otros por Raúl Baduel, guardó silencio hasta el día 13, dice Luis Alberto Butto, analista militar de la Universidad Simón Bolívar. Al despuntar la madrugada del 12-A, en Fuerte Tiuna, esa generación de militares que le quitó el uniforme y el poder a Chávez insistía en su renuncia a través de llamadas telefónicas a Miraflores. Al mismo tiempo, sin saberlo, eran blanco de un operativo castrense para sacarlos del juego. Habíamos constituido un comando con uno de los batallones del Fuerte Tiuna, recuerda Melvin López Hidalgo, entonces jefe del Estado Mayor del Ejército. Diseñamos un plan para rodear la comandancia de la Escuela del Ejército y neutralizar a los golpistas que estaban allí reunidos. La iniciativa no avanzó porque el generalato había convocado a los comandantes de tropa del Fuerte Tiuna para informarles, engañosamente, que el Presidente había renunciado. Se habían blindado con ellos. Si hubiéramos procedido, hubiéramos arriesgado sus vidas, y ellos no formaban parte del golpe. Ignorantes de esto, los generales...

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