De la alegoría de la ciudad a la ciudad teorizada

Quizá habría que comenzar por repasar el sentido etimológico de la palabra alegoría, con la que María Ángeles modula este trabajo fotográfico. Alegoría es el compuesto de dos palabras griegas: el pronombre állos, otra cosa, algo diferente y el verbo agoreúein, decir, proclamar. Y es a partir de este sentido, según el cual lo que se dice es otra cosa, algo distinto a lo aparentemente dicho, incluso algo irreal el pronombre állos puede significar distinto de lo existente, irreal, que me gustaría aproximarme a la propuesta que subtiende esta serie de fotografías. Este decir otra cosa opera aquí con un doble signo, a la vez visual y conceptual. Su inscripción visual responde a una minuciosa atención a las texturas que desplaza inevitablemente la atención de eso que la foto reproduce a los juegos de superficies heterogéneas --rugosas y lisas, brillantes y mate, reflexivas y opacas, metálicas, pétreas, acuosas, vegetales-que ponen entre paréntesis el impulso de identificar lo fijado para hacer patente lo que no puede sino pensarse como la abstracción del detalle. Se cumple así lo que me gustaría llamar una reducción fenomenológica inversa: la atención la intención se concentra sobre la superficie misma de la foto debido a que la identidad de lo representado se desintegra para abrir paso a las relaciones de visualidad que fuerza su proyección en un plano en el que coexiste con elementos que trastornan su escala, lo desnaturalizan, in cluso lo distorsionan. Sin duda estamos en capacidad de reconocer los elementos de la composición, pero como en el caso del collage estos parecen perder su autonomía para desdibujarse en una presencia inmediata y heteróclita. Vemos así el distorsionado reflejo de un edificio, rastros de herrumbre, agua, el borde de una alcantarilla, pero el efecto visual es el resultado de abandonar esos reconocimientos para captar una Gestalt, un todo como imagen que se sustrae a sus rasgos representativos. La imagen resulta así de la compresión y la consiguiente asimilación de una multiplicidad de superficies: la de la calzada, la del agua, la del reflejo, la de la foto misma. Sin embargo, y como para contradecir ese primer impulso, una veta conceptual desconstruye los efectos de dicha reducción fenomenológica inversa y nos impone ¿en un segundo momento? no sólo el reconocimiento de la singularidad de los distintos elementos sino su necesaria integración conceptual en un decir que es, no ya un reflejo de la ciudad sino, ahora en el...

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