Allen Ginsberg y El Techo de la Ballena

Mi interés por la literatura venezolana surgió a raíz de una conversación que sostuve con el poeta Allen Ginsberg en 1993. Ese año me enrolé en la sesión de verano que el departamento de literatura de Naropa University organiza anualmente. Naropa es una institución budista asentada en la ciudad de Boulder, Colorado. Su departamento de literatura fue fundado por Ginsberg y la poeta Anne Waldman en 1974, bajo el nombre de Jack Kerouac School of Disembodied Poetics, o Escuela de poética incorpórea Jack Kerouac. La sesión de verano suele estar constituida por cuatro semanas de clases, talleres, lecturas y conferencias dictadas por una gran variedad de escritores invitados, provenientes de todas partes del mundo. Yo tenía 22 años y no conocía la literatura venezolana, aunque había empezado a leer algunos escritores latinoamericanos y por esos días estaba sumergido en la propuesta lúdica de Rayuela. Alquilé un cuarto en la casa de una amiga de mi abuela, una poeta llamada Barbara Meier, quien había trabajado en las oficinas de Naropa durante muchos años. Una noche durante la primera semana de clases, luego de una lectura de poesía, un grupo de estudiantes y profesores fuimos a un restaurante. Conociendo mi fervor por la poesía de Ginsberg, Bárbara se sentó junto al poeta, me guardó un puesto y me invitó a la mesa con ellos. Esa noche conversé con Gins berg durante más o menos 20 minutos. Me preguntó sobre Venezuela y le comenté sobre los fallidos golpes de 1992 y la creciente inseguridad en Caracas. Pero él quería saber sobre los escritores venezolanos contemporáneos y no pude decirle nada, ya que me fui de Venezuela a los 12 años, y sólo había leído Doña Bárbara. Mientras conversamos, su conocimiento de la poesía latinoamericana se hizo evidente. Cuando me preguntó qué poetas latinoamericanos estaba leyendo, le mencioné a Octavio Paz. Ginsberg hizo una mueca y me dijo, fastidiado: Yo nunca entiendo sus poemas. No sé qué es lo que está tratando de decir con su poesía. Supongo que quizás existió alguna rivalidad o hubo un desencuentro entre ellos. Me contó que conoció al poeta peruano Martín Adán durante un viaje a Perú en 1960, y que pasó una noche entera hablando con él en un hotel limeño. Adán le había recomendado el libro 5 metros de poemas 1927 del peruano Carlos Oquendo de Amat, que se publicó con los bordes de sus páginas pegadas para que se abriera como un acordeón de 5 metros. El poema To An Old Poet in Peru [A un viejo poeta en el Perú]...

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