Allí no más, al otro lado

Estuve en San Salvador hace unos días por razones de mi oficio literario, pero con los muchos amigos con quienes me encontré fue imposible dejar de hablar de la situación política, todo un hervidero de opiniones en un ambiente y un tono muy centroamericano. Cada quien conoce la verdadera versión, sabe los secretos mejor guardados, maneja a su propio sabor los chismes que se incuban en los mentideros y tiene a mano el análisis correcto. Los distintos criterios bu llen de manera más animada porque recién han pasado las elecciones legislativas y municipales, y he podido pulsar en vivo lo que piensan de ellas tirios y troyanos. Para mi sorpresa nicaragüense, todos aceptan que se trató de unas elecciones libres, limpias y honestas, en las que los votos fueron contados a cabalidad y de manera transparente. Sin sombra de dudas. El Tribunal Supremo Elec toral está compuesto por representantes de los partidos políticos, como en Nicaragua, y su presidente actual es miembro del FMLN, antigua fuerza guerrillera, igual que el FSLN en mi país, ambas ahora en el poder. Pero ese hecho no ha quitado credibilidad a las elecciones. Allá nadie, me dicen mis amigos con unanimidad de criterio, se atrevería a meter papeletas marcadas en una urna antes de que se abran las votaciones, a falsificar un acta de una mesa, a manipular el sistema de transmisión de datos. ¿Y negar cédulas a los ciudadanos?, pre gunto yo. Tampoco. Callo, maravillado. Al parti do en el poder, el de los guerrilleros, le fue mal en estas elecciones. Perdió más de 100.000 votos, varios asientos en la Asamblea Nacional, con lo que queda en minoría, y muchas alcaldías importantes, empezando por la de la capital, a pesar de que su candidato, Jorge Schafik Handal, lleva el mismo nombre de su padre ya difunto, una de las figuras emblemáticas del FMLN. Pero sus dirigentes no tardaron en reconocer el triunfo de Arena, su viejo adversario de la derecha, y, tras el mea culpa, prometieron que trabajarían para recuperar la confianza del electorado. Ya ven. Las reglas de la democracia, uno de cuyos supuestos esenciales es la alternabilidad, cumplidas al pie de la letra. Y también las condiciones de la campaña electoral fueron justas. El partido en el poder no usó los recursos del Estado para hacer propaganda, ni buscó comprar la voluntad de los votantes con prebendas y regalías, ni los empleados públicos fueron obligados a concurrir a las manifestaciones. Y como en las carreteras y avenidas aún se pueden...

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