Amargura, desfachatez y robo

El azúcar desapareció. Tampoco abunda el papelón y la panela. Si se consiguen, los precios son inasequibles.Otro paso hacia la utopía precolombina.Guaicaipuro no tomó café para mantenerse despierto ni lo probó nunca. Tampoco se desayunaba con arepas y chocolate humeante, aunque en sus excursiones guerreras se detenía embelesado a contemplar los cacaoteros a la sombra de bucares y caobos.El dulce es un sabor aprendido y la caña de azúcar una planta traída a América; el cacao, autóctono.Tamanaco, Tiuna, Chacao, Catia, Naiguatá, Caricuao, Uripata, Araguaire, Guarauguata, Mamacuri, Anarigua, Querequemare, Aricabuto, Baruta, Paramaconi, Urimare y Paramacay no tenían el cuerpo de atleta ni los pectorales que los ilustradores les imaginan, tampoco la barriga pronunciada de los militares contemporáneos. Eran más bien pequeños, pero bastante ágiles y valientes. Vivían de la caza y de la pesca, nunca imaginaron el valle de Caracas como una plantación de ocumo o un gran cañaveral, que a falta de oro, era la manera que tenían los conquistadores de hacer fortuna. Diego de Losada quería sembrarlo desde Mari ches hasta Tacagua y más allá de las Adjuntas.Que en las primeras décadas del siglo XXI todavía el habitante de Caracas pueda toparse aquí y allá con ruinas de viejos trapiches indica que fue una actividad económica de importancia en tiempos idos.Las Mercedes era una hacienda de caña, también La Urbina y lo que ahora se conoce como Nueva...

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