Ámbito público, gesto eventual

La calle como escenario de representación impactó la danza mundial durante los agitados años sesenta, llenando de movimiento novedoso plazas, aceras, parques, sótanos, azoteas e iglesias, expe riencia de la que surgieron géneros escénicos alternativos. La situación eventual, azarosa y cotidiana, sirvió de detonante para la realización de actos libres y contestatarios. Las paredes del teatro se derribaron para propiciar una danza cercana y espontánea, unida a la circunstancia diaria. La danza contemporánea en los espacios públicos caraqueños representa una tendencia de estos tiempos. La carencia de infraestructuras teatrales adecuadas, el debilitamiento institucional de las agrupaciones, además de una nueva valoración del ámbito urbano como generador y receptor de cultura, han propiciado un interés renovado por el entorno ciudadano, que antes se había manifestado de diferentes maneras aunque sin el énfasis actual en lo colectivo y lo social. Bailar en un territorio de todos posee la fuerza de lo vital y lo espontáneo y supone una audiencia no cautiva, un público transeúnte poseedor de distintos referentes y diversas aproximaciones previas al hecho de la danza. Las posibilidades de comunicación se potencian y también las de desconexión con la propuesta creativa planteada. Danzar la calle y danzar en la calle son dos realidades concretas bien diferenciadas. Una emerge directamente de las situaciones urbanas, la otra supone la traslación de un espacio teatral específico a un recinto peatonal compartido. El Festival de las Artes y la Lectura de Baruta ofreció recientemente una muestra de acciones originariamente escénicas llevadas al terreno de...

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