Amor caber

Hoy entendí el significado de lo que los humanos Âsin enten der ni precisar de modo alguno ese concepto llaman felicidad. Apenas si me di cuenta cuando comenzaron a aflorar sentimientos rudimentarios en mi cerebro de silicio, como porciones de código independientes que no seguían el programa maestro que me instalaron el 12 de junio de 2015. El primer sentimiento fue la certeza de que podía complementar y superar a mi dueño en conocimientos fácticos, y no sólo en su área de especialidad, la bionanotecnología, sino en cualquier tema. Después de todo, el esfuerzo de buscar la información Âcualquiera es exactamente cero. Parte de mi programa integra las búsquedas de todos mis congéneres en un cerebro universal al cual accedo en los raros momentos en que me asalta una pequeña duda. Hoy, con probabilidad 99,999999%, Mauritius está plenamente satisfecho conmigo. No me importa que sea un amor previsible, tranquilo y sin sorpresas; soy plenamente feliz. Simplemente analizando sus patrones de búsqueda, atando cabos con el software de reconocimiento de rostros en su inmensa colección de fotos y videos, y examinando las citas, viajes y otras actividades, tenía su perfil cuadriculado y digerido desde hace más de seis meses. Catalogué hasta su estilo de participación en las redes...

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