Por amor a los niños

Seis muertos fue el lamentable saldo de un fatal accidente que se produjo en Valencia cuando el chofer de una camioneta, utilizada indebidamente como transporte escolar, perdió el control e impactó contra un poste. Una noticia lamentable que podría pasar inadvertida entre el cúmulo de anuncios sobre tragedias similares que se producen en el país.

Pero resulta que de los 6 fallecidos, 5 eran escolares (el otro fue el conductor) y ello añade dolor a un incidente que afectó no sólo a la comunidad educativa carabobeña sino a la colectividad toda que se pregunta cómo es posible que se sucedan tragedias semejantes y las autoridades correspondientes, más allá del ritual que convoca al ministerio público para avocarse a un investigación, no disponga de mecanismos de supervisión que minimicen el riesgo de que se repitan.

Una primera cuestión salta a la vista al leer los pormenores del episodio: la camioneta no estaba debidamente autorizada por los ministerios de Educación y de Transporte. Y no hay que ser muy perspicaz para caer en cuenta de que, como ella, hay en el país cientos, si no miles, que prestan un servicio que se ha visto constreñido por el déficit de unidades apropiadas, generado por los controles que impiden su adquisición, actualización y mantenimiento.

Siendo la educación actividad prioritaria e indispensable para un proyecto de nación, debemos suponer que las tareas que se relacionan con ella deben ser atendidas con providencias excepcionales que contribuyan a que las mismas se desarrollen con normalidad, pero no es así: en las numerosas chiveras y estacionamientos improvisados que estropean el paisaje urbano reposan los restos de autobuses amarillos que alguna...

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