El Amparo sigue en el caño de la impunidad

No hubo voz de alto. Wollmer Pinilla y Augusto Arias apenas tuvieron tiempo de lanzarse al agua cuando escucharon los disparos. No sabían que pasaba ni tampoco el destino de sus 14 compañeros.Los salvó el instinto.Ese día tuvieron que nadar y caminar por sus vidas. Nadaron hasta que pudieron salir y adentrarse en el monte; caminaron alrededor de nueve horas, la mitad del tiempo perdidos, hasta que finalmente encontraron refugio. El abrigo del fundo Buena Vista les duró poco, esa misma noche se enteraron que el resto de sus compañeros habían sido asesinados y que a ellos también los daban por muertos. El 29 de octubre se cumplieron 27 años de la masacre de El Amparo, de la que Pinilla y Arias fueron los únicos sobrevivientes y por la que todavía están esperando que se castigue a los culpables.13 salieron de El Amparo, un pueblo del estado Apure, con la intención de pescar y hacer un sancocho. Subieron por el caño La Colorada y a los 15 minutos todos tuvieron que registrarse en un puesto naval colombiano. Los nombres de todos y sus documentos de identidad quedaron asentados. Dejaron las verduras y las gallinas para el sancocho en la casa de José Mariano Torrealba y los invitaron a él, a su cuñado y a su hijo a que se unieran a la pesca; por eso eran 16 los que iban en la canoa por el caño La Colorada cuando ocurrió la masacre.Pinilla y Arias cuentan la historia con detalle. La han tenido que repetir una y otra vez durante 27 años. Cada dato es importante, cada nombre cuenta. Los recitan de memoria: los de sus compañeros, los de los funcionarios de la Policía Técnica Judicial, la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención y miembros de las Fuerzas Armadas, que conformaban el Comando Específico José Antonio Páez Cejap responsables de los disparos. También repiten el nombre del juez instructor del caso, Ricardo Pérez Gutiérrez, quien los acusó en una corte marcial, pese a ser civiles, por el delito de rebelión militar.La matanza cambió la vida del par de pescadores. Vivíamos en zozobra, no comíamos bien y fuimos asilados políticos en México. Nos fuimos el 18 de diciembre de 1988 y regresamos el 2 de enero de 1989 para ponernos a derecho, recuerda Pinilla. Ponerse a derecho significaba ir presos.Se entregaron a la justicia militar y estuvieron detenidos en la cárcel de Santa Ana del Táchira durante 13 días.No estaban con los presos comunes. Todo ese tiempo permanecieron en la enfermería de la prisión. Transcurridos los 13 días...

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