Las ansias del perdonavidas

En 1948, Alfred Hitchcock lanzó una película que tituló La soga, versión fílmica del so nado caso de Nathan Leopold y Richard Loeb, dos jóvenes judíos de Chicago que, en 1924, asesinaron al adolescente Robert «Bobby» Franks por el mero placer de cometer un crimen perfecto. En realidad, Hitchcock se inspiró en la pieza de teatro del mismo nombre, escrita en 1929 por el inglés Patrick Hamilton. Más que en la naturaleza psicopática de los personajes, Hamilton hacía énfasis en el vínculo entre los asesinos, que en la ficción llamó Brandon Shaw y Phillip Morgan: el segundo subyugado por el carácter y la determinación del primero, un contrapunto de dominio y sumisión.Hamilton escribió su pieza de teatro a finales de los años veinte. Entonces Inglaterra conservaba los escrúpulos victorianos que hacían de la homosexualidad un crimen y un tema tabú, los mismos que condenaron a prisión a Oscar Wilde en 1895.Su instrumento más eficaz para poner en claro el vínculo homoerótico de sus perso najes principales fueron los remilgos del idioma inglés burgués británico, lleno de alusiones como «apreciado» o «querido» que imprimían a los diálogos un tono sospechosamente melifluo. Existía también la imagen formativa del profesor de los dos jóvenes, Rupert Cadell, que en la versión inglesa se conducía como un preceptor respetable pero prendado de sus pupilos.Cadell les inculca a los jóve nes la idea absurda de que el talento y la inteligencia que hacen falta para asesinar están reservados a individuos superiores, categoría a la que Brandon y Phillip creen pertenecer.Puesto que el registro bur gués británico no era compatible con el mundo de hombres duros e intrigas de sangre fría del cine negro hollywoodense, Hitchcock concentró en Brandon y Phillip una re lación en la que el primero ordenaba asertiva y matemáticamente su plan de acción y el segundo lo ejecutaba para enseguida sufrir de paranoia y remordimientos. Pese a sus implicaciones interpersonales y sadomasoquistas, Hitchcock, con la ayuda Hume...

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