Ansiedad

La transición del poder en China que ocurrirá el mes en trante ya era un asunto complicado para ese país cuando volvió a aflorar el viejo episodio del Ferrari chocado en una madrugada de marzo pasado, en una autopista de Pekín, por parte del hijo de uno de los más prominentes y cercanos consejeros del presidente saliente, Hu Jintao. El suceso tiene ahora una connotación política de envergadura. Ya no hay que preguntarse cómo ocurrió la colisión que cercenó la vida de un joven de una destacada familia acompañado de dos muchachas tibetanas, envueltos los tres en juegos sexuales en el carro, que se desplazaba a toda velocidad. Ya de por sí este evento es llamativo en China. La pregunta ahora es cómo un hijo de un funcionario de alto rango puede tener en su poder un auto valorado en cerca de un millón de dólares. Ling Jihua, el padre, quien ocupaba la jefatura de la Oficina General del Comité Central del Partido Comunista, fue degradado a una posición menor como acción ejemplarizante, pero ello tampoco ha calmado los ánimos de quienes dentro del Partido Comunista saben lo que se está jugando en China con el cambio de poder. Tampoco sirvió de nada que las autoridades impidieran el acceso de la palabra Ferrari en Internet. Para cuando la prohibición se puso en marcha ya la historia corría rauda por los medios digitales. Las altas autoridades y en particular los dos hombres por cuyas manos se cederá el poder supremo de la China, Hu Jintao y Xi Jinping, se han hecho un ovillo para impedir que este hecho impacte la transición del liderazgo que sucederá en octubre. Y es que a ambos les ha tocado sostener fuerte el timón en medio de las maquinaciones políticas y la severa crisis interna por la que pasa...

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