Apocalípticos e integrados

La sorpresa de la temporada lleva por título Dredd 3D, una pieza de culto antecedida por una esquemática adaptación personificada por el anabolizado Sylvester Stallone. Aquella versión de 1995 sólo buscaba explotar la imagen estereotipada de la leyenda represiva y contrainsurgente de Rambo, amplificada por Cobra y otros derivados de una cruzada personal destinada a consagrar valores de la agenda conservadora. Los enemigos del vengador anónimo eran los fuera de la ley. Él los neutralizaba a través de la fuerza de los golpes y de las armas. Próximamente resucitará de sus escombros en la segunda parte de la franquicia Expendables, dedicada a rendir tributo a los mercenarios de los años ochenta, a consecuencia de la crisis del tercer milenio. La depresión económica y los problemas de la agenda global impulsan el renacimiento de la vieja mitología de héroes mesiánicos de la industria, surgidos tras los escombros del 11 de septiembre, la caída de la bolsa y la guerra declarada al terrorismo. Ello explica el estreno de los principales tanques del verano: Aven gers, Spider Man y Dark Knight Rises, las épicas de Hollywood sobre el control sistemático y bélico de la disidencia. Así, los enmascarados individualistas salvan la patria y garantizan la perpetuación de las esperanzas colectivas en la pantalla. Pocas cintas logran erigirse en la excepción de la regla. Dredd 3D cuenta con el mérito de emplazarse en un lugar incómodo, a caballo entre el dilema clásico de la meca y la mirada revisionista de la serie b más iconoclasta. Por encima, volvemos al filón agotado de la batalla por la seguridad y la limpieza de las calles. Un escuadrón de policía debe desintegrar una red de narcotraficantes alojados en...

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