El Apolo 15 y Galileo

Uno de los mejores trasnochos de mi vida fue el de la madrugada del lunes 20 de julio de 1969 cuando pude ver, a través de la pantalla de RCTV, la llegada del Apolo 11 a la superficie lunar. Tenía 19 años e iniciaba mis estudios de Física en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central; recién, también, ya había pasado por la aterradora experiencia del terremoto de Caracas. Estos inolvidables momentos han vuelto a mi mente con la muerte de Neil Armstrong 1930-2012, el pasado 25 de agosto, el primer hombre que pisó y caminó sobre la Luna. Después del Apolo 11, otras cin co misiones fueron a nuestro satélite, pues el Apolo 13 falló en hacerlo. El Apolo 15 alunizó en 1971, y entre sus experimentos hubo uno, no incluido oficialmente, diseñado a finales del siglo XVI, quizá el más barato y simple de todos los realizados en el programa Apolo. Al mando de esta misión estaba al astronauta David Scott, protagonista del experimento. Entre sus objetos personales, Scott se llevó una simple e inofensiva pluma de ave. Estando ya en la Luna, frente a la cámara de TV, sorpresivamente tomó la pluma en una mano y un martillo en la otra para explicar que él iba a hacer el mismo experimento que Galileo 1564-1642 ejecutó en la torre inclinada de Pisa hace ya más de 400 años atrás, pero esta vez en las condiciones que Galileo hubiera querido tener para su experimento: sin aire, sin atmósfera. Y estas eran precisamente las condiciones en la Luna para que Scott lo realizara. En las imágenes, que se pueden ver en Youtube, se observa cómo Scott, bajo la gravedad de la Luna, dejar caer a la vez ambas cosas. El martillo y la pluma llegan al suelo exactamente al mismo tiempo. No había duda, Galileo tenía razón, comprobada ahora, cuatro siglos después, por un astronauta norteamericano, nada menos y nada más que en la misma Luna. En aquel tiempo se creía y se en señaba que, de acuerdo con Aristóteles, un cuerpo más pesado llegaba más rápido al suelo que uno más liviano, si ambos parten del reposo y desde la misma altura. Esto puede ser correcto si se toma en cuenta la resistencia del aire y la forma del cuerpo, pero en ausencia de aquel, el tiempo de caída no depende de la masa del móvil sino de la aceleración al cual esté sometido. La leyenda cuenta que Galileo, para demostrar lo contrario, y frente a los demás profesores y filósofos de la...

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