La apuesta peligrosa del canal

Con algo de ligereza y con mucho de secretismo se ha esta do manejando en Nicaragua todo lo relativo a la obra de infraestructura más grande de este siglo en toda Centroamérica: el canal destinado a juntar las aguas del Atlántico a través del mar Caribe y del Pacífico. Se trata de una obra de ingeniería de gigantesca envergadura y de enorme costo. La cifra de 40.000 millones de dólares que se ha manejado noticiosamente puede ser o no cierta, pero cualquier cifra que ronde tales números debe quitarle el sueño a cualquier gobierno con tentación de emprenderla. No así al nicaragüense y la razón es simple: Nicaragua va de la mano con China, o mejor dicho, de una empresa china en esta colosal apuesta por su futuro. No hay mucho que explicar a terceros cuando la realización del proyecto se justifica en si mismo: Panamá ya es insuficiente para atender el tráfico que se genera hacia Asia. Estamos hablando de 5% del comercio marítimo mundial. Lo que ello no valida es la forma apresurada y superficial de comprometer a un país aunque este no tenga otra gracia que disponer de una posición geográfica privilegiada.Daniel Ortega ha visto en este emprendimiento la mane ra de generar un dinamismo sin igual para una economía que tiene pocos asideros para expandirse. Al canal se le sumaría otro conjunto importante de obras conexas susceptibles de aportar puestos de trabajo, negocios de todo tipo en el área de servicios y valor agregado al país. Hablamos de vías férreas, puertos de embarque y desembarque en los dos mares, ferrocarriles, operaciones aduaneras y toda una miríada de beneficios que pudieran duplicar el PIB nicaragüense para 2018, según cálculos oficiales.El hecho de que sea China la que esté detrás del canal transoceánico sirve para otorgarle...

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