Aquel ponche a Roberto Clemente

Siempre al escuchar el nombre de Roberto Muñoz, inevitablemente me asaltaba el recuerdo de la noche del 9 de febrero de 1968 en el estadio Universitario. El pasado 23 de septiembre, al conocer la noticia de su muerte, no fue una excepción. Aquella noche, de hace ya más de cuatro décadas, asistimos al parque de la UCV a presenciar el primer juego de una serie entre los peloteros profesionales de Venezuela y Puerto Rico. Era un intento más por llenar el vacío dejado por las Series del Caribe desde su momentánea desaparición en 1960. Debo reconocer que el inte rés principal de la asistencia no era otro que ver por primera vez en persona a Roberto Clemente, el astro boricua, que ya para entonces contaba en su haber con cuatro títulos de bateo en la Liga Nacional. Para los aficionados de mi generación, era un lujo que no podíamos dejar pasar, así como así. Y allí estaba Clemente, con su uniforme gris frente al dugout de la izquierda, blandiendo un par de bates en el círculo de espera en la parte alta del primer inning, sin quitarle la vista al pitcher abridor por Venezuela, Roberto Muñoz. Errores en la defensiva. La escogencia no pudo ser más apropiada. Si entonces había alguien que encarnara lo que pudiera tener de élite el pitcheo local era Muñoz. Venía de completar con los Industriales del Valencia su tercera temporada consecutiva con al menos 100 entradas y 100 ponches, una hazaña que ni antes ni después ha logrado, ningún otro lanzador venezolano o importado que haya pasado por la Liga Venezolana de Beisbol Profesional. Además, en mayo del año anterior se había estrenado en las grandes ligas. Así que fue la escogencia más apropiada para medir fuerzas con el zurdo Juan Pizarro, una institución del Caribe y sus alrededores, incluidas las ligas mayores. Fiel a su costumbre, con un uniforme crema con vivos rojos que anticipaba la hoy afamada vinotinto, Muñoz se mantuvo en la lomita a través de las nueve entradas. Cayó 2 a 1, en un encuentro donde las rayitas boricuas fueron sucias, provocadas por errores de eminencias defensivas. Una por pecado de Luis Aparicio en el campocorto en el primer episodio, y otra por una falla de Gustavo Gil en la segunda base en el cuarto. La carrera de Venezuela la elaboró el propio Muñoz al abrir el tercer capítulo con un doble para después anotar con un sencillo de Víctor Davalillo. Strike cantado. Sin embargo, la eterna evocación que hacemos de Muñoz es mucho más puntual. Se halla enmarcada en la primera mitad...

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