Armas de guerra, ¿para qué?

La oleada de protestas populares y cambios que desde hace tres meses sacuden el norte de África y el Medio Oriente nos enseñan que las armas de guerra en manos de gobiernos autocráticos sólo sirven para masacrar a sus pueblos. Ahí tenemos los tanques en Yemen o Barhéin, los aviones de Libia y, más recientemente, el pasado jueves, las decenas de muertos víctimas de los certeros disparos de las tropas especiales del Ejército sirio en las calles de Deraa. Por su parte, las acciones emprendidas por Naciones Unidas contra el sátrapa libio, igual que pasó años atrás con la pregonada madre de todas las guerras, ha puesto de manifiesto la cruel insuficiencia de unos pocos tanques y aviones para afrontar un ataque militar del imperio. Por último, el manoseado ar gumento de la conspiración extranjera para justificar el uso indiscriminado de armas de guerra contra civiles indefensos que sólo reclaman libertad y democracia es la trágica expresión del desfallecimiento político de gobernantes que ya no pueden ocultar que la verdadera causa de sus acciones criminales es la ambición personal sin límites. Recordemos que lo que hoy ocurre en el mundo árabe no se inició en Washington ni en Londres, sino en la pequeña población tunecina de Sidi Bouzid, el pasado 17 de diciembre, cuando un humilde verdulero se prendió fuego en plena vía pública en señal de protesta por que un policía lo abofeteó y luego le retiró su permiso de trabajo. Un gesto individual, de frustración y rabia desesperadas, que se originó, como escribió pocas semanas más tarde un escolar egipcio en una pared de El Cairo, en el sencillo hecho del pueblo quiere la caída del régimen. Esta reflexión es una derivación de lo que ocurre estos días en Venezuela, dentro del marco de la solidaridad incondicional que Hugo Chávez no se cansa de reiterarle a Muamar Gadafi. El primero de estos sucesos asombrosos lo constituyen las masivas compras venezolanas de armas de guerra realizadas durante los últimos años, y lo que ahora podría ser un nuevo programa de adquisiciones militares, gracias a 8 millardos de dólares procedentes de la firma inmediata de 2 nuevos préstamos chinos. Sumados a los 20 millardos de dólares pactados en agosto del año pasado, la deuda venezolana contraída con Pekín en menos de un año alcanza la astronómica cifra de 28 millardos de dólares. Por supuesto, sin que nadie sepa todavía a ciencia...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR