El arte de viajar en el tiempo

Viajar en el tiempo siempre ha sido un deseo eterno del ser humano. No sólo para escapar de la rutina que nos acosa a diario, sino para modificar el destino y cambiar la realidad que conocemos. Queremos otra vida, pero también modificar con pequeñas cirugías el pasado, para que el presente y el futuro sean obras de arte y no ese producto caprichoso que el azar se ha encargado de hacer con nuestras vidas y en general con la humanidad. Hoy esta odisea se ha vuelto co tidiana a partir de la lectura de libros clásicos, como el iniciático La máquina del tiempo, de H. G. Welles que data de 1895. En años recientes, es decir, en el siglo veinte, Ray Bradbury, quien falleció el mes pasado, también jugó con el destino de los hombres en numerosas ficciones. Se destaca en particular el relato El sonido del trueno, incluido en Las doradas manzanas del sol. El cine, que siempre busca his torias taquilleras, posee demasiadas aventuras que viajan en el tiempo, ya sea por adaptar a Welles o Bradbury, o bien porque ha encontrado la manera de convertir esa operación ciertamente imposible en una realidad que el cinéfilo se traga casi siempre con facilidad. Ahí está la saga de Vol ver al futuro y por supuesto ese clásico de Cameron, Terminator, por citar apenas dos gotas de un río caudaloso. La odisea más reciente, la que pareciera querer poner la guinda sobre una larga bibliografía y filmografía acerca del tema, la emprendió nada menos que Stephen King con su novela salida del horno: 11/22/63. Y para lograrlo ha escogido la madre de todas las tragedias estadounidenses: el asesinato de un presidente. Pero no cualquier magnicidio. Aquí se trata de hablar de la pérdida de la virginidad del pueblo de Estados Unidos: J. F. Kennedy. Hablemos primero de este monstruo de la literatura popular contemporánea llamado Stephen King. El hombre que Rodrigo Fresán ha comparado en musculatura intelectual con Charles Dickens. Y que la ensayista Cynthia Ozick, reconocida como intelectual de alto calibre, ha descrito con esta admiración: Lo que hace [King] no es algo sencillo, no es mero palabrerío contemporáneo, y no es una tontería. Y lo anterior tal vez sea una forma torpe de decir que algo es inteligente, pero eso es lo...

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