Arturo Uslar Pietri: la preocupación por contar y entender a Venezuela

Mi tía Alicia tenía dos obsesiones: cazar gazapos en los periódicos y el pensamiento de Arturo Uslar Pietri. La primera manía le quitaba mañanas enteras que dedicaba a la redacción de enconadas cartas sobre los inconvenientes del dequeísmo, el mal uso de una preposición o el santo lugar de una coma; la segunda legitimaba esta ofuscación. La tía -bueno, tía abuela- había sido maestra hasta que la dictadura de Marcos Pérez Jiménez la descubrió amiga de "golpistas". Y cuando no pudo conseguir trabajo en ninguna escuela, se dedicó a un oficio que entonces florecía. Para su alegría, en ARS Publicidad la emplearon como secretaria del autor de Las lanzas coloradas (1931). La experiencia profundizó su reconocimiento de la profundidad intelectual de su jefe y le llenó la biblioteca de sus libros.

Fue con esos textos con los que aprendí a leer. Durante los primeros años de mi educación elemental, cuando Alicia era una ancianita con la insólita capacidad de citar al escritor de memoria, pasaba dos tardes a la semana en su apartamento de Bello Monte. Ella me enseñó a leer con las Obras selectas de Uslar que editó Edime en 1956 y me hizo aprender de memoria pasajes de Cuéntame a Venezuela. Entonces yo estaba convencida de que todo el conocimiento estaba contenido en la mente enciclopédica de quien también fue director de El Nacional en la década de los años sesenta.

Del "maestro Uslar"-así le decía- Alicia aprendió la lección que marcó su vida: que la educación no se limita a las aulas. Por eso creía en la importancia pedagógica de la prensa, y para ella el valor del escritor radica en que su sapiencia no se limitó a los libros, sino que la popularizó y la puso al servicio del país.

En su programa televisivo Valores Humanos, como en sus ensayos, Uslar insistía en la necesidad de pensar al país. En Venezuela, donde la imprenta llegó con 300 años de retraso y la primera generación de pensadores nacionales nació a finales del siglo XVIII, más de 200 años después del Descubrimiento, la articulación de una inteliguentsia era una preocupación central -señalaba el autor- para el que buscara resolver el enigma que es el país, explicar qué le rodea y situarlo con respecto al mundo. Él mismo se afanaba en colocar esta aspiración como centro de su trabajo intelectual. Y por su visión causal de los fenómenos modernos se convirtió también en un gran historiador.

"Cada vez de una manera más consciente y clara he ido sintiendo lo que escribo como mi parte en un...

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